Seis países de África canalizan y distribuyen hacia las costas españolas la inmigración subsahariana

Las redes organizan los flujos migratorios en puntos de Nigeria, Níger, Mali, Mauritania, Argelia y Libia para hacerlos llegar a Marruecos y de allí a la Península Los servicios de inteligencia españoles alertan de la gran concentración de africanos a las puertas de Melilla

El blindaje electrónico del Estrecho y Canarias ha producido un efecto «tapón» en Marruecos. Melilla es la única salida a Europa de miles de inmigrantes subsaharianos, llegados a sus puertas desde todos los rincones del Golfo de Guinea.

Juan C. Serrano

Madrid- Seis países de África canalizan y distribuyen por tierra hacia Europa los flujos migratorios desde la región subsahariana. Las redes han establecido en Nigeria, Malí, Níger, Argelia, Libia y Mauritania puntos donde los inmigrantes son concentrados y trasladados a través de rutas hacia las costas del norte de África para dar, finalmente, el salto al continente europeo.
Hasta la puesta en marcha del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), estos flujos encontraban su salida en Melilla, el Estrecho y Canarias. Pero el despliegue del blindaje electrónico (radares, cámaras etc...) en estas dos últimas costas ha convertido a Melilla en la única puerta susceptible de traspasar para los cientos de clandestinos que semanalmente llegan a territorio marroquí.

Atrapados en Marruecos. Los servicios de inteligencia españoles llevan alertando desde hace más de un año del creciente número de inmigrantes que, una vez en ese país, «no son capaces de salir de él». El reino alauí comienza a tener un problema con la presencia en su suelo de bolsas, cada vez más nutridas, de africanos sin papeles detenidos en la última etapa de su viaje a Occidente. «Son conscientes de que su condición de país de tránsito empieza a convertirse también en la de país de estancia», dicen informes confidenciales de estos servicios.
Pero esta creciente presión humana se acumula en el cuello de botella de la frontera de Melilla, dando lugar a episodios como los recientes asaltos por la fuerza de decenas de inmigrantes en tropel, perfectamente organizados.

   Buena parte de los africanos concentrados en territorio marroquí llevan allí meses esperando dar el salto. Y no van a desistir en su empreño. A la gran mayoría le ha costado de dos a cuatro años llegar hasta allí desde su país de origen, en un viaje tortuoso en el que han gastado todos sus ahorros e incluso han tenido que reponer fondos durante el camino, trabajando en penosas actividades temporales. Las redes de tráfico, en las que interviene un número muy elevado de personas, no requieren para su actividad medios sofisticados ni falsificaciones complejas, lo que permite una enorme flexibilidad a la hora de establecer nuevas rutas o modificar el itinerario de las mismas en un amplio área del continente africano. La inmigración subsahariana procede de los países del Golfo de Guinea (Guinea Bissau, Guinea Conakry, Costa de Marfil, Nigeria, Guana, Liberia, etc.) y tienen que atravesar otros territorios del Sahel (Malí, Niger o Chad) para alcanzar los países ribereños atlánticos (Senegal, Mauritania, Sahara Occidental y Marruecos) o los del Este del Mediterráneo (Libia, Argelia y Túnez). La creciente profesionalización de la mafias ha configurado un mapa genérico de itinerarios usados por la mayoría de clandestinos con una serie de puntos de origen, tránsito, reunión y destino conocidos perfectamente por los servicios de información españoles. Nigeria, Malí, Níger, Argelia, Libia y Mauritania, además de contribuir con sus propios nacionales a los flujos migratorios hacia Europa, se han convertido en plataformas, creadas y usadas por las mafias para el «tráfico negrero».
En sus amplias y despobladas extensiones, han establecido rutas que discurren por un número limitado de poblaciones, donde las redes ejercen su presencia, concentran a los clandestinos y los trasladan de una a otra.
Se trata de ciudades con una población muy pequeña, donde los inmigrantes en ruta pasan temporadas, a veces muy largas, bien a la espera de que llegue el siguiente convoy o hasta que consigue el suficiente dinero (trabajando de temporero) para poder pagarse el siguiente trayecto.

Legislaciones poco eficaces. Pese a tratarse de núcleos pequeños donde el control policial resultaría eficaz, la legislación de esos países (en muchos casos existe libertad de circulación) dificulta una acción contundente contra las mafias, según análisis de los servicios de inteligencia en poder de este diario.
En general, la gran mayoría de las «redes negreras» conocidas están formadas por individuos que limitan su actividad a reunir pequeños grupos de inmigrantes en estos puntos. Aquí se les facilita un medio de transporte (vehículos todo terreno, autobuses o camiones) y el cruce de las fronteras. Lo habitual en el paso de un país a otro es el soborno de los diferentes miembros de los ejércitos o de los cuerpos policiales que controlan dichos pasos.
En el caso concreto de las mafias que operan desde Mauritania, sus contactos se mantienen fundamentalmente con marroquíes en Rabat y Agadir. Para contactar entre ellos se utilizan teléfonos móviles y en alguna ocasión aparatos de enlace vía satélite, más caros y sofisticados.

«La corrupción y los sobornos son muy frecuentes, posibilitando en gran medida la acción de esos grupos. Por una parte, están los pagos a policías, guardias fronterizos y miembros del ejército, que efectúan los ‘pasadores’. En el caso de los puertos, los miembros de mafias cuentan con la colaboración tanto de los miembros de las fuerzas policiales, como del personal encargado del movimiento de los barcos». Esta denuncia figura en un informe confidencial de los servicios de inteligencia españoles fechado hace 20 meses.
El documento añade que en el caso de la justicia, se producen habitualmente casos de manipulación y soborno de miembros de órganos judiciales, encarcelamientos anormalmente cortos de personas declaradas culpables, así como la continuación de las actividades delictivas desde las mismas cárceles, a través de contactos y del amplio uso de los móviles. «Todo ello en el caso de que se haya decidido actuar contra las personas sospechosas de esos delitos, circunstancia que en general no llega a producirse, debido a la vinculación que algunos miembros de las redes mantienen con las autoridades de los distintos países», afirma el documento.
Los subsaharianos que acceden al Sahara Occidental por la frontera de Mauritania tienen como destino la franja de costa atlántica comprendida entre El Aiún y Tarfaya, la más cercana al archipiélago canario. En esa ruta destaca la ciudad mauritana de Zouerat, convertida, según los expertos en la lucha contra la inmigración ilegal, en un pujante centro donde se dan cita comerciantes, contrabandistas y traficantes de todo tipo, entre ellos, los llamados «pasadores» o encargados de franquear el paso a los clandestinos por las fronteras.
Según las mismas fuentes, en el tramo entre Nouadhibou y Zouerat los «pasadores» son mayoritariamente mauritanos con residencia en esas ciudades. Pero a partir de Zouerat hacia el norte recogen el testigo saharauis que llevan varios años viviendo en esas zonas fronterizas y han llegado a conseguir la ayuda de miembros de las fuerzas armadas marroquíes para que los inmigrantes puedan cruzar los muros defensivos de la frontera, contando también con buenos contactos entre los saharauis asentados en los puntos de destino

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