Conoce la inmigración desde las dos orillas. Fadhila Mammar llegó a España desde su Túnez natal hace 17 años y hoy es una de las voces más autorizadas para hablar de interculturalidad.
- Estamos en plena crisis, una recesión en la que el colectivo inmigrante es un o de los más damnificados, ¿puede provocar consecuencias irremediables en muchos casos?
- No hay datos, pero sí se observa que las personas, sobre todo sin papeles, están retornando. En el caso de las personas que tienen papeles, cuesta tanto regularizar la situación que intentan aguantar.
- Algunos extranjeros aseguran haber detectado gestos de rechazo, ¿teme que haya brotes xenófobos en España? ¿Es éste un país racista?
- A mí no me gusta generalizar. Es probable que si la situación dura, y creo que va a hacerlo, observemos brotes racistas. Yo creo que con la cuestión de la inmigración, que ha sido repentina y con números elevados, los españoles están desconcertados, están delante de una novedad. Pese a todo, creo que debemos decir que, en general, tanto los extranjeros como los españoles han hecho esfuerzos para aprender a vivir en esta nueva situación. No pienso que se pueda generalizar y decir que España es racista; hay desconcierto, hay desconocimiento, a veces se opina desde la ignorancia, pero no hay un estado de hostilidad.
- El Congreso acaba de aprobar ahora la cuarta reforma de la Ley de Extranjería, según muchos colectivos de inmigrantes, con muchas restricciones a sus derechos fundamentales. ¿Cómo la valora?
- Creo que no es una vía inteligente. A mí me preocupa mucho la cuestión de la reagrupación familiar porque es un derecho de las personas a vivir juntas. Sabemos que las personas cuando están con sus familias tienen un interés mayor por integrarse. Creo que no es una decisión inteligente y pasará factura.
- España es una de las puertas de entrada a Europa. ¿Debe blindarse especialmente?
- No funciona. Los muros nunca han funcionando y no entiendo por qué nos empecinamos en crearlos en este mundo. Hay que pensar en lo que no va en este mundo y lo que no va es que hay un abismo tremendo entre el norte y el sur, lo que no va es que paradójicamente la desigualdad en el siglo XXI es mayor que al principio del siglo XX, este es el problema de fondo. Las personas cuando están desesperadas y tienen al alcance imágenes del primer mundo van a querer moverse; es la esencia del ser humano, querer mejorar.
- Usted ha sido una firme defensora de que los seres humanos, por encima de razas, ideologías y religiones, tienen más cosas en común que diferencias y asegura que nos están engañando. ¿Quién lo hace?
- Yo lo llamo bomba de relojería. Enfrentarnos por diferencias culturales está al alcance de todos, es muy fácil, es el recurso que se utiliza, y funciona. También es verdad que personas extranjeras y españoles han hecho el esfuerzo para adaptarse a la nueva realidad. Constato día a día que hay muchas más cuestiones que nos acercan que las que nos diferencian. Ahora bien sé que nos van a enfrentar porque si mañana la crisis se nos va de las manos es mucho más fácil atacar al más vulnerable que cuestionar lo que se está haciendo a nivel económico. Hace falta personas que planteen que no es así, que los seres humanos nos movemos, entre otras cosas, para poder comer, para abrigarnos para la educación de nuestros hijos... allá donde estemos.
- El engaño vendría entonces por parte de los poderes económicos y políticos, ¿no?
- Totalmente, como siempre, así se impusieron los criterios.
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