En 1966 la onU proclamó el 21 de marzo como Día Internacional por la eliminación de la discriminación racial. Dicha fecha rememoraba la de un 21 de Marzo de 1960, en la que 69 trabajadores africanos fueron acribillados a balazos por las "fuerzas del orden" sudafricanas en Shaperville. Fueron asesinados por manifestarse pacíficamente contra las leyes que restringían la libre circulación a amplios sectores poblacionales.
Aquellos trabajadores eran obligados a deambular por zonas determinadas, a no poder hacerlo por otras, a permanecer en unas solo el tiempo necesario para realizar sus trabajos y a retornar a las reservadas para su residencia, una vez terminada la jornada laboral. Tenían que pedir autorización para desplazarse, poseer unas acreditaciones llamadas "pases", unos "papeles" que se lo permitiese y, en caso contrario, si carecían de esos pases, si eran unos "sin papeles", se arriesgaban a encarcelamientos y expulsiones de los territorios reservados para los privilegiados.
Hoy, cincuenta años después, asistimos a la persistencia de nuevas formas de discriminación y segregación. El apartheid se perpetúa a través de las legislaciones occidentales de inmigración. El "democrático" Occidente, el que se permite dar lecciones de libertad, persigue, encarcela y expulsa a seres humanos por cometer el "delito" de carecer de "papeles", de autorización de circulación y permanencia. Los mismos que abogan por la desaparición de fronteras y aduanas, los que proclaman las ventajas y modernidad de la globalización de políticas y economías, son los que, como el Estado Español, impiden la entrada en territorios bajo su control y crean campos de concentración, eufemísticamente llamados "centro de internamiento", donde hombres, mujeres y niños, permanecen hacinados durante meses por deambular sin "pases".
Ni el racismo ni la xenofobia comenzaron con los regímenes fascistas, ni terminaron con el final de las leyes de apartheid sudafricanas. Sólo han cambiado las maneras, las apariencias. Hoy permanecen encubiertas, amparadas en "necesidades prácticas", y no solo mediante las segregacionistas leyes de extranjería o las discriminatorias normas de "integración", sino, ante todo, a través de la imposición del neocolonialismo económico, social, cultural y político a los pueblos de origen de dichos inmigrantes. La opresión de sus pueblos, la explotación a sus trabajadores, o el robo de las riquezas de sus naciones, son neo-racismo y neo-xenofobia institucionalizadas. El imperialismo capitalista internacional actual es el nuevo rostro del totalitarismo contemporáneo. En este sentido, la negación y ocupación de nuestro país, la falta de libertad colectiva de nuestro pueblo, la esquilmación de sus riquezas o la explotación de nuestro trabajo, en definitiva, la política neocolonial ejercida por España sobre el Pueblo Trabajador Andaluz, es la concretización de ese imperialismo totalitario en nuestra tierra.
Las leyes restrictivas de movimientos, de libertades políticas y ciudadanas, o el constante cercenamiento de derechos sociales y laborales, constituyen otras tantas muestras de un mismo mal, las raíces neofranquistas del Estado Español. Y dado que sus manifestaciones tienen un mismo origen estatal, involucionista y retrógrado, sólo será posible atajarlas luchando contra el conjunto, contra el Régimen que las provoca. Nación Andaluza, una vez más, hace un llamamiento a la unidad de acción contra todas ellas. A la constitución de un frente común antirepresivo y prodemocrático.
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