La muerte de subsaharianos ahogados en la playa del Tarajal de Ceuta ha vuelto a poner el foco informativo en el fenómeno migratorio procedente de África. De nuevo, los medios de comunicación hacen eco de este hecho con el uso de expresiones como “asalto”, “avalancha humana” o “saltos masivos”, un lenguaje que criminaliza más que contextualiza los hechos. De nuevo, en el trato informativo que se da al continente africano, pasamos de periodistas a verdugos.
Quince africanos murieron ahogados tras la actuación de la Guardia
Civil el pasado día seis de febrero, cuando éstos intentaban entrar en
la ciudad autónoma de Ceuta.
Desde entonces, la cobertura informativa que se ha dado a este episodio de la inmigración procedente de África ha estado marcada por las versiones contradictorias de los subsaharianos que recogían las ONG sobre el terreno, por un lado; y de las fuerzas de seguridad españolas, por otro. Así como por la posterior intervención a petición propia en el Congreso de los diputados del ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, para explicar el uso de material antidisturbios contra los inmigrantes por parte del cuerpo de seguridad.
Uno de los motivos por los que un hecho se convierte en noticia es la cercanía de la información. No cabe duda de que si África vuelve a ser portada en los medios de comunicación españoles es porque el intento de llegar a Europa por parte de los subsaharianos se ha llevado a cabo en esta ocasión desde España. Otro factor que incide en que se destaque informativamente un acontecimiento es que éste sea llamativo. La muerte de quince personas lo es. Con estos componentes sobre la mesa, el periodista ha de manejar el cómo traslada al ciudadano de a pie esta información. Este lunes el diario El Mundo ha publicado el siguiente titular:
“Nuevo asalto masivo a la valla fronteriza de Melilla”, asimismo La Vanguardia también se ha hecho eco de la noticia explicando en el primer párrafo que “decenas de inmigrantes de origen subsahariano han conseguido hoy entrar en Melilla tras superar la valla fronteriza que separa la ciudad autónoma de Marruecos en un nuevo asalto masivo”. También El País, que ha empleado el siguiente lenguaje para transmitir esta información: “Las fuentes informantes aseguran, por ejemplo, que en Nuadibú (Mauritania) se conoció con cuatro días de antelación que el pasado día 6 se iba a producir un salto tumultuario a la valla de Ceuta, hasta el punto de que un grupo de cameruneses se puso inmediatamente en marcha para intentar sumarse a esa avalancha humana”. Todos estos medios destacan “la enorme presión migratoria” a la que se enfrenta la Guardia Civil en las fronteras de Ceuta y Melilla.
La objetividad no existe. Los periodistas no son objetos y el simple hecho de seleccionar los datos que se plasman ya cubre de subjetividad la información difundida. Sin embargo, esto no exime de la responsabilidad social que esta profesión lleva implícita y en la que el uso que se hace del lenguaje sobre un asunto incide de una manera tan directa como profunda en el imaginario colectivo. Emplear las palabras “avalancha”, “asalto” o del adjetivo “masivo” desvirtúan lo acontecido porque llevan aparejada la idea de invasión y criminalización, lo que contribuye a un peligroso clima de rechazo social no sólo a este fenómeno, sino a las personas que lo forman. Sobre todo cuando la inmigración procedente de África del Norte y África Subsahariana ocupan los puestos cuatro y cinco en la lista Orígenes geográfico-culturales de la población extranjera en España, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística según sus últimos datos. Por delante: Iberoamérica, Europa Occidental y Europa del Este, una inmigración más numerosa pero menos dramática. Al fin y al cabo, llegar a España en avión es mucho menos llamativo que jugarse la vida para mejorar su situación.
Nada se explica tampoco de las remesas, el dinero enviado por los inmigrantes a sus hogares, que suponen entradas de fondos muy significativos para algunos países africanos. Tanto es así que según un estudio realizado por el profesor de la Universidad de Hong Kong, Adams Bodomo, los migrantes africanos mandan más dinero a sus países que la ayuda al desarrollo procedente de fondos extranjeros. De hecho, la misma semana que ocurría la tragedia de Ceuta, la agencia de noticias MISNA informaba sobre la creación de un Instituto Africano para las Remesas, la primera agencia mundial dedicada a facilitar este fenómeno económico, que además será financiada por el Banco Mundial y la Comisión Europea.
En esta falta de contextualización hacen mella otros dos factores que priman en el trato informativo que se da a las noticias: la inmediatez y la brevedad, que unido al uso que se hace del lenguaje contribuye a fomentar unos estereotipos frutos de la descontextualización. Pero, cuando la noticia pasa a ser un producto, la visión colectiva un arma y los medios se constituyen como empresas de comunicación, se corre el riesgo de que el escenario que se vende se trate como un todo cuando no es más que una parte. De ahí la importancia del contexto y del lenguaje en el periodismo, porque cuando un inmigrante asalta una valla ¿qué pesa más, su condición de persona o su condición de ladrón?
Guin Guin Bali
Desde entonces, la cobertura informativa que se ha dado a este episodio de la inmigración procedente de África ha estado marcada por las versiones contradictorias de los subsaharianos que recogían las ONG sobre el terreno, por un lado; y de las fuerzas de seguridad españolas, por otro. Así como por la posterior intervención a petición propia en el Congreso de los diputados del ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, para explicar el uso de material antidisturbios contra los inmigrantes por parte del cuerpo de seguridad.
Uno de los motivos por los que un hecho se convierte en noticia es la cercanía de la información. No cabe duda de que si África vuelve a ser portada en los medios de comunicación españoles es porque el intento de llegar a Europa por parte de los subsaharianos se ha llevado a cabo en esta ocasión desde España. Otro factor que incide en que se destaque informativamente un acontecimiento es que éste sea llamativo. La muerte de quince personas lo es. Con estos componentes sobre la mesa, el periodista ha de manejar el cómo traslada al ciudadano de a pie esta información. Este lunes el diario El Mundo ha publicado el siguiente titular:
“Nuevo asalto masivo a la valla fronteriza de Melilla”, asimismo La Vanguardia también se ha hecho eco de la noticia explicando en el primer párrafo que “decenas de inmigrantes de origen subsahariano han conseguido hoy entrar en Melilla tras superar la valla fronteriza que separa la ciudad autónoma de Marruecos en un nuevo asalto masivo”. También El País, que ha empleado el siguiente lenguaje para transmitir esta información: “Las fuentes informantes aseguran, por ejemplo, que en Nuadibú (Mauritania) se conoció con cuatro días de antelación que el pasado día 6 se iba a producir un salto tumultuario a la valla de Ceuta, hasta el punto de que un grupo de cameruneses se puso inmediatamente en marcha para intentar sumarse a esa avalancha humana”. Todos estos medios destacan “la enorme presión migratoria” a la que se enfrenta la Guardia Civil en las fronteras de Ceuta y Melilla.
La objetividad no existe. Los periodistas no son objetos y el simple hecho de seleccionar los datos que se plasman ya cubre de subjetividad la información difundida. Sin embargo, esto no exime de la responsabilidad social que esta profesión lleva implícita y en la que el uso que se hace del lenguaje sobre un asunto incide de una manera tan directa como profunda en el imaginario colectivo. Emplear las palabras “avalancha”, “asalto” o del adjetivo “masivo” desvirtúan lo acontecido porque llevan aparejada la idea de invasión y criminalización, lo que contribuye a un peligroso clima de rechazo social no sólo a este fenómeno, sino a las personas que lo forman. Sobre todo cuando la inmigración procedente de África del Norte y África Subsahariana ocupan los puestos cuatro y cinco en la lista Orígenes geográfico-culturales de la población extranjera en España, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística según sus últimos datos. Por delante: Iberoamérica, Europa Occidental y Europa del Este, una inmigración más numerosa pero menos dramática. Al fin y al cabo, llegar a España en avión es mucho menos llamativo que jugarse la vida para mejorar su situación.
Nada se explica tampoco de las remesas, el dinero enviado por los inmigrantes a sus hogares, que suponen entradas de fondos muy significativos para algunos países africanos. Tanto es así que según un estudio realizado por el profesor de la Universidad de Hong Kong, Adams Bodomo, los migrantes africanos mandan más dinero a sus países que la ayuda al desarrollo procedente de fondos extranjeros. De hecho, la misma semana que ocurría la tragedia de Ceuta, la agencia de noticias MISNA informaba sobre la creación de un Instituto Africano para las Remesas, la primera agencia mundial dedicada a facilitar este fenómeno económico, que además será financiada por el Banco Mundial y la Comisión Europea.
En esta falta de contextualización hacen mella otros dos factores que priman en el trato informativo que se da a las noticias: la inmediatez y la brevedad, que unido al uso que se hace del lenguaje contribuye a fomentar unos estereotipos frutos de la descontextualización. Pero, cuando la noticia pasa a ser un producto, la visión colectiva un arma y los medios se constituyen como empresas de comunicación, se corre el riesgo de que el escenario que se vende se trate como un todo cuando no es más que una parte. De ahí la importancia del contexto y del lenguaje en el periodismo, porque cuando un inmigrante asalta una valla ¿qué pesa más, su condición de persona o su condición de ladrón?
Guin Guin Bali
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