Pronto bastará con tu cara y tu móvil para atravesar el control de fronteras. Una técnica más para ahorrar tiempo y dinero, impulsada por el Foro Económico Mundial y AccentureEl pasaporte, ese pequeño librito de 12,5 por ocho centímetros que nos debe acompañar en todo viaje al extranjero (o, al menos, a todo desplazamiento fuera del espacio Schengen), levanta tanto terror como fascinación. Terror a dejarlo en casa y no poder partir o, peor, extraviarlo durante el viaje y perderse en un laberinto burocrático vacacional; fascinación, porque permite a los más viajeros coleccionar exóticos sellos. Comparar pasaportes a ver quién ha acumulado sellos más exóticos puede sonar a afición onanista, pero hay gente para todo.
Su fisicidad, no obstante, parece desfasada en un mundo en el que hasta el dinero en efectivo está desapareciendo. No teman. Es posible que muy pronto se sume a la larga lista de bajas en el mundo real. El Foro Económico Mundial propuso el pasado año un programa piloto para viajar sin pasaporte que se pondrá en práctica el próximo año en las líneas entre Canadá y Países Bajos, y que presumiblemente llegará más pronto que tarde a otros países.
Es una respuesta al aumento de viajeros en todo el mundo, que provocará la saturación en los servicios de control de pasajeros.
El KTDI ('known traveller digital identity' o 'identidad digital del viajero conocido') tiene como objetivo permitir al viajero desplazarse entre destinos internacionales sin una acreditación de papel, con poco más que su cara bonita. El reconocimiento del viajero se realizará con sus parámetros biométricos, y el teléfono móvil personal será el sustituto del actual microchip del pasaporte. Los datos de la identidad del viajero se encontrarán encriptados y almacenados en el dispositivo. Una alternativa que deja en el aire no pocas preguntas sobre la privacidad de los viajeros y la utilización que determinados países hacen de sus datos.
El Foro Económico Mundial lanzó el prototipo en colaboración con la consultora Accenture a comienzos de 2018, y desde entonces ha dado constantes pasos para implantar el sistema a nivel internacional. Una colaboración entre el sector privado y el sector público para gestionar una de las mayores bases de datos de usuarios jamás conocidas con tecnología Blockchain.
“Si los viajeros proporcionan acceso a su itinerario de viajes biométrico, biográfico e histórico, pueden ayudar a las autoridades a realizar el análisis de riesgo con anterioridad: esencialmente, verificar su identidad y favorecer desplazamientos seguros y sin interrupciones a lo largo de su viaje usando la tecnología de reconocimiento biométrica”, explicó John Moavenzadeh, responsable de Movilidad del FEM. “No solo proporciona una mayor personalización y centralidad del pasajero en el diseño de los servicios, sino que se convierte en un actor central a la hora de asegurar la seguridad pública”. Algo que, parece ser, el pasaporte de papel no permitía.
¿Una cuestión de tiempo?
Como cabía esperar, la organización internacional ha defendido su proyecto como una cuestión de comodidad para el viajero, una respuesta obligada al exponencial aumento de los desplazamientos en avión. El dato que surge una y otra vez como explicación de la necesidad del KTDI es el crecimiento de un 50% entre 2016 y 2030 de los desplazamientos globales, con 1.800 millones de viajeros.
La clave se encuentra en ahorrar: “El coste del personal es un gasto gigantesco para las agencias de gestión de seguridad y control de fronteras”
“Con los sistemas actuales, los aeropuertos no pueden aguantar el ritmo, y este proyecto ofrece una solución”, explicaba Christoph Wolff, antiguo responsable de Movilidad del FEM. “Usando una identidad interoperable y otras tecnologías KTDI, ofrecemos a los viajeros una respuesta holística a un desplazamiento seguro y continuo”. A los viajeros, pero también a otros agentes de la seguridad de fronteras: Estados, aerolíneas y cuerpos de seguridad del Estado, que tienen la competencia de revisar cada uno de los documentos.
El control de pasaportes suele ser uno de los principales puntos conflictivos en los aeropuertos de todo el mundo. Este mismo verano, el aeropuerto del Prat ha sido centro de las críticas por “colas de dos horas en inmigración tras un vuelo de 12”, como lamentaba una pasajera. AENA recordaba que estos controles dependen de la Policía Nacional, que es quien decide los recursos destinados a tal efecto. Hasta Arturo Pérez-Reverte, defensor de toda causa perdida, recordó que “desde hace tiempo, la escasez de policías en el control de pasaportes de Barajas es una vergüenza. Veo perder vuelos a causa de las colas”.
En teoría, el KTDI permitiría agilizar dichos controles. Pero se trata también de una cuestión de dinero: el informe en el que el FEM defendía su implantación recordaba que, de seguir así, los costes económicos de los actuales sistemas de seguridad en la aviación crecerán tanto que alcanzarán niveles insostenibles dentro de entre 15 y 20 años. En Europa, la inversión en seguridad se duplicó durante la primera década de los 2000, alcanzando un coste de 7.600 millones de dólares. En definitiva, hay que ahorrar: “El coste del personal representa un gigantesco gasto para las agencias de seguridad de fronteras, y por lo tanto hay que buscar una mejor distribución de los recursos”.
Muchos aeropuertos están al borde de la saturación. Como recuerda el informe, “en la mayor parte de Asia operan a su máxima capacidad o incluso por encima, con unos 100 millones de pasajeros llegando a la región Asia-Pacífico cada año”. La solución habitual en los aeropuertos europeos, la construcción de nuevas terminales como la T4, que abrió sus puertas en 2006, suele demorarse a la hora de comenzar a atender esos problemas. El espacio físico es limitado, y con él, el tiempo se alarga.
La odisea del viajero
El informe presenta un itinerario de 16 puntos que todo pasajero moderno debe seguir (desde la planificación previa a la salida) en el que cuatro están relacionados con el control de seguridad: la solicitud de un visado, la reserva de alojamiento, el control de seguridad en el aeropuerto, el control en la puerta de embarque y el control en el destino. Un ritual repetitivo que provoca la pérdida de una gran cantidad de tiempo que se reduciría sensiblemente en caso de unificarse y centralizarse.
Una vez en la terminal, bastaría con utilizar las medidas biométricas para atravesar los controles
Lo cual tiene sus claros problemas, más allá de la gestión de datos por parte de una empresa privada: el “riesgo de seguridad masivo” que supone lidiar con una base de datos cuyo 'hackeo' puede afectar a millones de personas al mismo tiempo. La solución tecnológica proporcionada por Accenture y el FEM es la tecnología Blockchain. “Para que el TDI sea soberano, se necesita un enfoque liberal para maximizar la autonomía del individuo”, señala el informe. “Por lo tanto, un libro de contabilidad público basado en permisos es lo más práctico”.
¿Cómo funcionaría un pasaporte biométrico? ¿Qué debería hacer el viajero? Uno debe bajarse una cartera digital (una de esas 'wallets' que ofrecen los bancos), abrir una cuenta con sus datos personales y, antes de viajar, compartir de forma 'online' la información personal con las autoridades pertinentes y la aerolínea. Una vez en la terminal, bastaría con utilizar las medidas biométricas para atravesar los controles, sin tener que utilizar ningún documento. Tras el viaje, se puede revocar el acceso a la información personal.
Es un proceso no tan diferente a lo que ocurrido en los últimos años con la facturación. Si hace no mucho esta se realizaba en persona en los múltiples mostradores que ofrecía la aerolínea, poco después comenzaron a utilizarse los dispositivos electrónicos, dejando los mostradores únicamente para la entrega de maletas. Hoy en día, la facturación 'online' es la reina. Tanto una cosa como la otra señalan en la misma dirección: ahorrar tiempo y dinero. La gran dificultad, en el caso de los pasaportes, es conseguir un consenso global entre los distintos países.
-elconfidencial.com
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