¿Cómo hablar de racismo en un país que rechaza la palabra misma de “raza”?


Esta es, en esencia, la pregunta que plantea el libro de Sarah Mazouz, socióloga e investigadora del CNRS, que se titula sencillamente Race [1], un extracto del cual se puede leer aquí. Este breve ensayo fue escrito y publicado en el período que cubre el asesinato de George Floyd por un policía blanco en Minneapolis, las marchas por Adama Traore, quien murió tras un arresto policial en la región de París, y el debate sobre el «separatismo islamista" impulsado por el gobierno. El contexto político es interesante porque proporciona un terreno fértil para discutir el término "raza", no desde una perspectiva biológica y, por tanto, racista, sino para entenderla como una construcción social y un instrumento de dominación.

Los tres acontecimientos anteriormente mencionados (uno de alcance internacional, los otros dos nacionales) han demostrado cuán virulentas son la discriminación y las asignaciones raciales en Francia. Lo son por dos razones principales. Por un lado, la palabra «raza», en todas sus acepciones (biológicas y sociales), se considera ilegítima en el vocabulario político. Por otro lado, los políticos creen que la cuestión racial es el no man's land del debate público. En este sentido, existe un rechazo, motivado ideológicamente, a debatir cuestiones raciales en política, aunque las situaciones de discriminación racial son indiscutibles.

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