Las imágenes de africanos esposados de dos en dos, como forajidos, suplicando ayuda (agua, alimentos, información) desde los autobuses que los transportan hacia algún lugar en el desierto en el que temen ser abandonados a su suerte, vistas este pasado fin de semana por televisión, han conmovido a la opinión pública aún más que lo habían hecho la docena de muertes producidas en los asaltos desesperados a las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla en las últimas semanas. La situación ha puesto de manifiesto el dramatismo del problema, pero también que no existen soluciones fáciles; entre otras cosas, porque implica a numerosos países y no sólo a Marruecos y España. [
EL PAÍS - Opinión - 11-10-2005 ]
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