| Presseurop (español) -
Cada noche, una serie de camionetas procedentes de Estambul traen discretamente decenas de inmigrantes a la frontera entre Turquía y Grecia. La región que se extiende a lo largo del río Meriç [Evros en griego] sigue siendo una de las principales vías de acceso de los clandestinos hacia Europa. Mediante barcas, salvavidas o simples cuerdas extendidas entre las dos orillas, hombres, mujeres y niños atraviesan las potentes corrientes de agua que sirven de línea de demarcación.
La Comisión Europea presentó el martes, 24 de mayo, un proyecto de medidas restrictivas para responder a las crecientes críticas de los Estados más expuestos a este problema. En 2010, la afluencia de clandestinos en la frontera ya produjo "una crisis humanitaria sin precedentes", según Apostolos Veizis, responsable de la misión griega de Médicos sin Fronteras.
Los inmigrantes lograban acceder a través de una brecha bien conocida, al sur de la ciudad turca de Edirna: una parte de frontera terrestre de 12 kilómetros de largo, fácilmente franqueable pasando de noche, campo a través. En 2010 se detuvieron a cerca de 50.000 personas en Grecia, tras haber penetrado ilegalmente esta puerta en la zona de libre circulación de Schengen, hoy criticada en Europa. Otros tantos miles accedieron sin que se les capturase.
El efecto disuasivo fue inmediato
"Es como un bulevar. Hay que cerrar este acceso", estima Georgios Salamagas, jefe de la policía de Orestiada, una pequeña población griega fronteriza. El Gobierno griego declaró su determinación de construir un muro contra los inmigrantes, para taponar estos 12 kilómetros. Y la agencia encargada de las fronteras exteriores de la Unión Europea (Frontex) reaccionó desplegando en noviembre 175 policías de los 27 países de la UE.
La misión que concluyó en marzo tuvo un efecto disuasivo inmediato. Las detenciones a lo largo de la parte sensible disminuyeron un 44%, para satisfacción de Frontex. Pero la policía de Orestiada aún intercepta a un millar de inmigrantes al mes. Y sobre todo, la operación ha desplazado el problema más hacia el sur. "Está claro que las redes de los pasadores de clandestinos se adaptan rápidamente", confirma Grigorios Apostolou, director de la misión de Frontex, que ha abierto una oficina permanente en Atenas.
La frontera se extiende a lo largo del río Meriç y de las orillas del mar Egeo. Son los puntos de paso más arriesgados. En 2010, al menos 62 personas murieron intentando franquear el río. En raras ocasiones se reclaman los cadáveres, que se entierran en el mismo lugar, en un cercado con alambrada que hace las veces de cementerio para inmigrantes, en la localidad de Sidero, una aldea griega próxima a la frontera.
"Nos golpean, nos tratan como animales"
Por parte de las autoridades turcas, nada indica una reducción de los intentos de franquear la frontera de los clandestinos, ni una mejora de las condiciones de tratamiento de los inmigrantes. En el sur, el ejército que controla la frontera ha reforzado las patrullas. En el puesto aduanero de Pazarkule, los militares vigilan los alrededores mediante cámaras térmicas. "Hemos interceptado a 25 argelinos esta noche", afirma el comandante de la guarnición.
Una vez detenidos, los inmigrantes se envían a uno de los campos de la región. El de Edirna aceptó abrir sus puertas a una misión dirigida por la eurodiputada Hélène Flautre, presidenta de la comisión UE-Turquía. Para la visita, se vaciaron tres cuartas partes de la ocupación del centro de detención y se limpió de arriba abajo.
En este desconchado edificio, los viajeros fracasados se amontonan sin tener en cuenta ninguna regla. Los menores afganos de 14 años se encierran con los adultos. La duración de la detención es arbitraria. Un tunecino que intentaba llegar a Francia explica que lleva encerrado más de cuatro meses. Junto a él se encuentran marroquíes, birmanos y nigerianos. "Nos golpean, nos tratan como animales", se revela Mohammed, un argelino. La celda se llena de repente con los alaridos de un hombre. Un desertor del ejército ruso, que padece problemas psiquiátricos. "No se preocupe, pronto le devolverán a su país", explica el director del centro.
Una detención mínima de seis meses
En el campo de Soufli, en la parte griega, la situación es aún peor. Cincuenta personas se hacinan en una celda de unos 50 m2. No hay salida posible. "Hace tres semanas, éramos doscientos quince, es inhumano", declara Yusuf, un joven iraquí cristiano. "La gente dormía en los servicios y en este armario", nos muestra. Sólo hay una ducha que funciona. Dos iraníes, fugados desde las manifestaciones de 2009, están en huelga de hambre. Un nigeriano padece diabetes.
Los solicitantes de asilo se encuentran detenidos durante una duración mínima de seis meses antes de que se examine finalmente su informe que, en la mayoría de los casos, se rechaza. Yusuf ni siquiera se molesta en pedir el asilo en Grecia. "Huí de Irak en 2004, atravesé Europa y presenté una demanda de asilo en Suecia. Pero me enviaron a Bagdad en 2009 diciéndome que la guerra había terminado", afirma.
Frontex sigue realizando operaciones en la zona. Pero la frontera greco-turca sigue siendo difícil de controlar, con decenas de islas al alcance de los barcos y de los clandestinos, que no dejan de intentar infiltrarse por estos territorios. El flujo hacia Grecia, muy sensible desde 2008, año en el que se batió el récord, con 150.000 detenciones, se explica por las misiones de vigilancia desplegadas a lo largo de las costas españolas e italianas, destaca Hélène Flautre. De este modo, el 90% de las entradas ilegales optan por esta ruta.
La misión de Frontex, desplegada durante cuatro meses ante la población turca de Edirna, sin duda ha tenido un efecto disuasivo en el punto más vulnerable del espacio Schengen, aunque también ha desplazado el problema, tal y como se expone en este reportaje.Guillaume Perrier
Cada noche, una serie de camionetas procedentes de Estambul traen discretamente decenas de inmigrantes a la frontera entre Turquía y Grecia. La región que se extiende a lo largo del río Meriç [Evros en griego] sigue siendo una de las principales vías de acceso de los clandestinos hacia Europa. Mediante barcas, salvavidas o simples cuerdas extendidas entre las dos orillas, hombres, mujeres y niños atraviesan las potentes corrientes de agua que sirven de línea de demarcación.
La Comisión Europea presentó el martes, 24 de mayo, un proyecto de medidas restrictivas para responder a las crecientes críticas de los Estados más expuestos a este problema. En 2010, la afluencia de clandestinos en la frontera ya produjo "una crisis humanitaria sin precedentes", según Apostolos Veizis, responsable de la misión griega de Médicos sin Fronteras.
Los inmigrantes lograban acceder a través de una brecha bien conocida, al sur de la ciudad turca de Edirna: una parte de frontera terrestre de 12 kilómetros de largo, fácilmente franqueable pasando de noche, campo a través. En 2010 se detuvieron a cerca de 50.000 personas en Grecia, tras haber penetrado ilegalmente esta puerta en la zona de libre circulación de Schengen, hoy criticada en Europa. Otros tantos miles accedieron sin que se les capturase.
El efecto disuasivo fue inmediato
"Es como un bulevar. Hay que cerrar este acceso", estima Georgios Salamagas, jefe de la policía de Orestiada, una pequeña población griega fronteriza. El Gobierno griego declaró su determinación de construir un muro contra los inmigrantes, para taponar estos 12 kilómetros. Y la agencia encargada de las fronteras exteriores de la Unión Europea (Frontex) reaccionó desplegando en noviembre 175 policías de los 27 países de la UE.
La misión que concluyó en marzo tuvo un efecto disuasivo inmediato. Las detenciones a lo largo de la parte sensible disminuyeron un 44%, para satisfacción de Frontex. Pero la policía de Orestiada aún intercepta a un millar de inmigrantes al mes. Y sobre todo, la operación ha desplazado el problema más hacia el sur. "Está claro que las redes de los pasadores de clandestinos se adaptan rápidamente", confirma Grigorios Apostolou, director de la misión de Frontex, que ha abierto una oficina permanente en Atenas.
La frontera se extiende a lo largo del río Meriç y de las orillas del mar Egeo. Son los puntos de paso más arriesgados. En 2010, al menos 62 personas murieron intentando franquear el río. En raras ocasiones se reclaman los cadáveres, que se entierran en el mismo lugar, en un cercado con alambrada que hace las veces de cementerio para inmigrantes, en la localidad de Sidero, una aldea griega próxima a la frontera.
"Nos golpean, nos tratan como animales"
Por parte de las autoridades turcas, nada indica una reducción de los intentos de franquear la frontera de los clandestinos, ni una mejora de las condiciones de tratamiento de los inmigrantes. En el sur, el ejército que controla la frontera ha reforzado las patrullas. En el puesto aduanero de Pazarkule, los militares vigilan los alrededores mediante cámaras térmicas. "Hemos interceptado a 25 argelinos esta noche", afirma el comandante de la guarnición.
Una vez detenidos, los inmigrantes se envían a uno de los campos de la región. El de Edirna aceptó abrir sus puertas a una misión dirigida por la eurodiputada Hélène Flautre, presidenta de la comisión UE-Turquía. Para la visita, se vaciaron tres cuartas partes de la ocupación del centro de detención y se limpió de arriba abajo.
En este desconchado edificio, los viajeros fracasados se amontonan sin tener en cuenta ninguna regla. Los menores afganos de 14 años se encierran con los adultos. La duración de la detención es arbitraria. Un tunecino que intentaba llegar a Francia explica que lleva encerrado más de cuatro meses. Junto a él se encuentran marroquíes, birmanos y nigerianos. "Nos golpean, nos tratan como animales", se revela Mohammed, un argelino. La celda se llena de repente con los alaridos de un hombre. Un desertor del ejército ruso, que padece problemas psiquiátricos. "No se preocupe, pronto le devolverán a su país", explica el director del centro.
Una detención mínima de seis meses
En el campo de Soufli, en la parte griega, la situación es aún peor. Cincuenta personas se hacinan en una celda de unos 50 m2. No hay salida posible. "Hace tres semanas, éramos doscientos quince, es inhumano", declara Yusuf, un joven iraquí cristiano. "La gente dormía en los servicios y en este armario", nos muestra. Sólo hay una ducha que funciona. Dos iraníes, fugados desde las manifestaciones de 2009, están en huelga de hambre. Un nigeriano padece diabetes.
Los solicitantes de asilo se encuentran detenidos durante una duración mínima de seis meses antes de que se examine finalmente su informe que, en la mayoría de los casos, se rechaza. Yusuf ni siquiera se molesta en pedir el asilo en Grecia. "Huí de Irak en 2004, atravesé Europa y presenté una demanda de asilo en Suecia. Pero me enviaron a Bagdad en 2009 diciéndome que la guerra había terminado", afirma.
Frontex sigue realizando operaciones en la zona. Pero la frontera greco-turca sigue siendo difícil de controlar, con decenas de islas al alcance de los barcos y de los clandestinos, que no dejan de intentar infiltrarse por estos territorios. El flujo hacia Grecia, muy sensible desde 2008, año en el que se batió el récord, con 150.000 detenciones, se explica por las misiones de vigilancia desplegadas a lo largo de las costas españolas e italianas, destaca Hélène Flautre. De este modo, el 90% de las entradas ilegales optan por esta ruta.
Revoluciones árabes
El espacio Schengen puesto a prueba
"La 'primavera árabe' va camino de prevalecer. Pero en Europa", apunta la Gazeta Wyborcza. Aunque "en Oriente Medio, los revolucionarios no han logrado todavía derrocar a Bashir al Assad o Muamar el Gadafi, puede que sí hayan logrado minar uno de los pilares de Europa: la convención de Schengen" sobre libre circulación. Dinamarca ha repuesto unilateralmente los controles en sus fronteras, "oficialmente para detener a criminales y traficantes". "Rumanía, candidata – vetada por el momento – a adherirse a la zona, ha despedido a centenares de guardias fronterizos que exigían el pago de sobornos para dejar entrar a inmigrantes en Europa. Además, Italia y Francia se han enfrentado por la cuestión de los inmigrantes tunecinos. Para la Gazeta Wyborcza, estos asuntos han desvelado, "en primer lugar, que la solidaridad europea es una ficción o, al menos, que es débil; en segundo lugar, han dirigido las cámaras hacia la invasión de los populistas, que plantean cuestiones sobre las que los Gobiernos – de los Países Bajos, de Dinamarca, de Austria, en Bélgica o en Finlandia – no tienen respuestas. En fin, el fracaso de las políticas de integración de los inmigrantes se ha hecho de nuevo flagrante".
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