- CincoDías.com -
El Instituto Nacional de Estadística acaba de hacer públicos los resultados de la proyección de la población de España a corto plazo (2011-2021) en la que prevé que nuestros efectivos demográficos decrecerían en un 1,2% en los próximos 10 años si se mantuvieran, a la largo de esta década, las actuales tendencias demográficas. Actualmente el número de los emigrantes supera al de inmigrantes y a partir de 2019 el número de defunciones superaría al de nacimientos y, como consecuencia, nuestro país comenzaría a experimentar tasas de crecimiento demográfico ligeramente negativas que le llevaría a perder medio millón de habitantes en los próximos 10 años. En cifras absolutas, la población se reduciría hasta los 45,6 millones en 2021, desde 46,2 millones actuales (octubre de 2011).
Después un periodo de intenso crecimiento poblacional, España despierta de su sueño demográfico de crecimiento, como despertó en 2008 de su sueño económico, y lo hace con 4.226.744 desempleados en septiembre de 2011, con una tasa de paro juvenil de casi el 50% y con una emigración neta que podría alcanzar a la largo de la actual década los 100.000 españoles formados, que iniciarán su ciclo emigratorio fuera de nuestro país y los más de 900.000 inmigrantes extranjeros que cerrarán -también formados, a la par que explotados- su ciclo migratorio en España
Y es que la planificación social en España es extremadamente compleja, sometido como ha estado el país en el último medio siglo en el plano demográfico a una auténtica ducha escocesa: ha pasado de ser de los más jóvenes de Europa en torno a 1980 a convertirse en uno de los más envejecidos tres décadas después; ha pasado de ser uno de los que presenta la tasa de fecundidad más baja del mundo a pesar de haber sido, en los tiempos centrales de la dictadura franquista, reserva -en esta caso demográfica- de Occidente.
España, que ha sido uno de los principales espacios emigratorios del mundo (el número de nuestros emigrantes llegó a casi a los 2 millones en 1964, solo a Europa) se ha convertido en estos últimos años el país, tras los mismos Estados Unidos de América, con mayor población de inmigrantes del mundo en términos absolutos (y mucho más relativos) para volver a cambiar su signo migratorio en esta década.
En materia de vivienda, España ha pasado de construir una de cada dos vivienda que se levantaban en Europa a mediados de la década pasada a soportar una crisis en el sector sin precedentes ni históricos ni geográficos, generando, sus 732.437 desempleados en la construcción, el 37,5% de los parados en el sector en la Unión Europea.
En el plano económico, en estas últimas seis décadas hemos pasado de ser un país dependiente de un escasamente desarrollado sector primario a convertirnos en una potencia terciaria, con el turismo como locomotora.
Y es que como afirma Juan Antonio Fernández Cordón (El País, 8-10-2011), "la nueva riqueza creada en España ha beneficiado sobre todo al capital, y el capital ni produce ni cuida hijos". Yo añadiría que al capital tampoco le importa que marchen fuera de nuestras fronteras ni los hijos propios (nuestros universitarios) ni los adoptivos (nuestros inmigrantes). Capital humano y capital financiero comparten sustantivo pero el adjetivo pareciera antitético.
"La actual crisis, como el Jano bifronte, además de perfil económico empieza a mostrar también su perfil social".
La demografía no será esta vez aliada de la economía, más bien parece que está siendo su nueva víctima, o en términos menos metafóricos, demográficos son los indicadores de una crisis que, como el Jano bifronte, además de perfil económico empieza a mostrar también su perfil social.
Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria
El Instituto Nacional de Estadística acaba de hacer públicos los resultados de la proyección de la población de España a corto plazo (2011-2021) en la que prevé que nuestros efectivos demográficos decrecerían en un 1,2% en los próximos 10 años si se mantuvieran, a la largo de esta década, las actuales tendencias demográficas. Actualmente el número de los emigrantes supera al de inmigrantes y a partir de 2019 el número de defunciones superaría al de nacimientos y, como consecuencia, nuestro país comenzaría a experimentar tasas de crecimiento demográfico ligeramente negativas que le llevaría a perder medio millón de habitantes en los próximos 10 años. En cifras absolutas, la población se reduciría hasta los 45,6 millones en 2021, desde 46,2 millones actuales (octubre de 2011).
Después un periodo de intenso crecimiento poblacional, España despierta de su sueño demográfico de crecimiento, como despertó en 2008 de su sueño económico, y lo hace con 4.226.744 desempleados en septiembre de 2011, con una tasa de paro juvenil de casi el 50% y con una emigración neta que podría alcanzar a la largo de la actual década los 100.000 españoles formados, que iniciarán su ciclo emigratorio fuera de nuestro país y los más de 900.000 inmigrantes extranjeros que cerrarán -también formados, a la par que explotados- su ciclo migratorio en España
Y es que la planificación social en España es extremadamente compleja, sometido como ha estado el país en el último medio siglo en el plano demográfico a una auténtica ducha escocesa: ha pasado de ser de los más jóvenes de Europa en torno a 1980 a convertirse en uno de los más envejecidos tres décadas después; ha pasado de ser uno de los que presenta la tasa de fecundidad más baja del mundo a pesar de haber sido, en los tiempos centrales de la dictadura franquista, reserva -en esta caso demográfica- de Occidente.
España, que ha sido uno de los principales espacios emigratorios del mundo (el número de nuestros emigrantes llegó a casi a los 2 millones en 1964, solo a Europa) se ha convertido en estos últimos años el país, tras los mismos Estados Unidos de América, con mayor población de inmigrantes del mundo en términos absolutos (y mucho más relativos) para volver a cambiar su signo migratorio en esta década.
En materia de vivienda, España ha pasado de construir una de cada dos vivienda que se levantaban en Europa a mediados de la década pasada a soportar una crisis en el sector sin precedentes ni históricos ni geográficos, generando, sus 732.437 desempleados en la construcción, el 37,5% de los parados en el sector en la Unión Europea.
En el plano económico, en estas últimas seis décadas hemos pasado de ser un país dependiente de un escasamente desarrollado sector primario a convertirnos en una potencia terciaria, con el turismo como locomotora.
Y es que como afirma Juan Antonio Fernández Cordón (El País, 8-10-2011), "la nueva riqueza creada en España ha beneficiado sobre todo al capital, y el capital ni produce ni cuida hijos". Yo añadiría que al capital tampoco le importa que marchen fuera de nuestras fronteras ni los hijos propios (nuestros universitarios) ni los adoptivos (nuestros inmigrantes). Capital humano y capital financiero comparten sustantivo pero el adjetivo pareciera antitético.
"Capital humano y capital financiero comparten sustantivo pero su adjetivo pareciera antitético".Por las paradojas de la demografía y de la historia, el mito de los 40 millones de habitantes que la dictadura imaginó a lo largo de décadas no llegó sino en el año 2000 y solo gracias la inmigración extranjera. El mito de los 50 millones, a tenor de esta última proyección del INE y de nuestra actual situación de crisis económica, resulta tan inalcanzable como inimaginable, como consecuencia de una situación social como la actual y de una crisis económica que pareciera haber venido para quedarse.
"La actual crisis, como el Jano bifronte, además de perfil económico empieza a mostrar también su perfil social".
La demografía no será esta vez aliada de la economía, más bien parece que está siendo su nueva víctima, o en términos menos metafóricos, demográficos son los indicadores de una crisis que, como el Jano bifronte, además de perfil económico empieza a mostrar también su perfil social.
Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria
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