Angélica Cevallos es de las 16 373 ecuatorianas registradas como empleadas de hogar en España. En total hay 423 668 domésticas afiliadas a la seguridad social en este país, 54% es de extranjeras. Pero también hay unas 350 000 que trabajan sin estarlo.
Aunque cotizar es un derecho mínimo, para Cevallos significó renunciar a otros. El reglamento fijado el año pasado obligó a las familias a inscribir a las domésticas a partir de las 10 horas semanales de trabajo. Antes la compatriota percibía 10 euros por hora y ofrecía sus servicios en cinco casas.
Con la regulación, dos de sus jefes le despidieron porque no podían asumir los costos. Los restantes le endosaron los gastos bajándole el sueldo a seis euros/hora. Una familia no solo le redujo el salario sino que le aumentó "por la crisis" una decena de horas al mes.
"Todo el mundo se escuda en la bendita crisis, se abusan. Y encima te dicen 'o lo tomas o lo dejas'", lamenta esta madre de tres hijas.
Pero las cosas no están para rechazar trabajos, dice. La normativa que buscaba equiparar los derechos de las domésticas al resto de trabajadores terminó siendo un arma de doble filo. "Hubo desinformación, los empleadores pensaban que debían pagar cantidades altísimas y las despedían o no las afiliaban, no se facilitaron los trámites, se cobró a las asistentas", señala Susana Pozo, vicepresidenta de la Asociación Rumiñahui.
Para la dirigente, falló la Administración al no informar ni promover el proceso. "Incluso planteamos que se desgravaran impuestos a quien afiliaba", dice Pozo. Pero no les escucharon.
El Gobierno dio marcha atrás y retomó la autoafiliación. "¿En qué empresa el trabajador paga la totalidad de su seguridad social?", cuestiona la representante de Rumiñahui, para quien la medida beneficia claramente a los empleadores. "No hay voluntad política de cambiar el sector", reflexiona.
Con el pretexto de la crisis, el mercado laboral de las empleadas de hogar tiende a su precariedad inicial.
Según Mercedes Factos, presidenta de la Asociación de Mujeres Ecuatorianas en España (Ameres), la crisis ha traído un alto desempleo al sector así como abusos en la carga laboral y los salarios.
Nota además una tendencia a regresar a la modalidad de internas (puertas adentro) entre las extranjeras. Una situación que había disminuido debido a su alta vulnerabilidad. "Con el argumento de que les dan vivienda y alimentación les pagan poco, trabajan sin horario ni días de descanso y no tienen contrato. Hemos retrocedido años de avances", señala.
Es el caso de Mónica Angulo. Cuando empezaba la recesión una mujer sola le empleó como interna, pero a los pocos días se hizo cargo de una tropa de familiares.
"Los fines de semana eran los peores. Venían todos los hijos y nietos. Después de limpiar y cocinarles me ponían a jugar con las ocho nietas", cuenta esta guayaquileña de 51 años. Angulo trabajaba de 08:00 a una de la mañana con apenas descansos.
"Esta persona era racista. Todos los días me insultaba y gritaba", relata. Los "once meses de infierno en la tierra", como los describe ella, terminaron cuando se armó de valor y dejó la vivienda.
El trabajo de interna en España es para muchos un sistema de semiesclavitud y ha sido denunciado por numerosas ONG y sindicatos. La opacidad y falta de inspección hacen de los hogares sitios infranqueables de abuso y explotación.
Además, la crisis ha regresado al servicio doméstico a muchas inmigrantes ya integradas en la hostelería y otros sectores. Para Pozo esto supone un gran retroceso.
"Me atrevería a decir que el 99% de las ecuatorianas que migramos por causas económicas empezamos en el servicio doméstico. Cuando habíamos logrado salir, muchas deben volver", lamenta.
El cuidado es otra de las grandes áreas de empleo de las ecuatorianas. En domicilios particulares o geriátricos estas mujeres desempeñan la difícil tarea de atender ancianos. Elisa Agualsaca lo hizo durante 11 años y aguantó el peso de personas con poca movilidad para hacer su vida más llevadera. "Tiene las manos y la espalda destrozadas", dice su esposo.
Las que conservan sus puestos lo hacen en condiciones difíciles. En las residencias se ha despedido a mucha gente. "Ahora el trabajo de 20 lo hacen 10. Se les mantiene el sueldo pero se les duplica el trabajo", denuncia Factos. Nancy Gordón es una de ellas. Trabaja de 08:00 a 20:00 por 900 euros al mes. Pero también hay desempleo en el sector doméstico. De lo primero que prescinde la clase media española en tiempos de crisis es del servicio en casa.
La bolsa de empleo de Rumiñahui registraba a la semana una decena de ofertas, ahora dos. Agualsaca lo sabe. Recorre todos los días empresas de limpieza y casas, "pero no hay nada".
elcomercio.com
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