"Toda España cometió tropelías sin cuento sobre la inmigración"

En una intervención en televisión realizada esta semana, el economista Santiago Niño Becerra declaró que si toda la inmigración de España se fuera, la tasa de paro bajaría 10 puntos. Hoy retoma esta cuestión para señalar que en la fase del boom el país entero "cometió tropelías sin cuento sobre la inmigración cuya llegada permitió y fomentó".

Pero hoy, que ya no es necesaria, "se ha quedado sin argumentos para abordar el problemón", escribe en su blog de La Carta de la Bolsa.

Becerra pide a sus lectores que no busquen en sus palabras "ni una brizna de política, porque jamás habla de ella". Dicho esto y antes de analizar por qué piensa que España no acertó a administrar la llegada y estancia de esa inmigración, invita a distinguir tres casos diferentes de emigración.

Evidentemente, y aunque existan puntos en común, es muy diferente el entorno al que emigraron un irlandés o un italiano que llegaron a USA en 1860, al de un español o un portugués que se fueron a Alemania en 1962, y al de un marroquí o un guatemalteco que vino a España en el 2002, escribe Niño Becerra.

Entre los tres casos expuestos existen puntos en común, pero las diferencias son enormes. "De USA, hasta 1900 no puede hablarse como un país completamente formado. Al estar en formación, absorbía toda la población que llegase, sobre todo desde que finalizó su Guerra Civil".

En Alemania, la emigración fue necesaria para arrancar la reindustrialización y avanzar en la potenciación de la economía alemana tras la Segunda Guerra Mundial. Para generar más PIB era necesario ocupar a más factor trabajo, expone Niño Becerra. "Pero Alemania, la RFA: adonde el español y el portugués emigraron, ya estaba formada. Por ello, cuando llegó la recesión del 73 a muchísimos de aquellos emigrantes les invitaron a irse, y muchos otros se fueron porque a mediados de los 70 en España o en Portugal ya había unas expectativas que en 1962 no había".

En el caso del marroquí y el guatemalteco, "su emigración fue económica, sí, pero su establecimiento y su estancia se produjeron en demasiadas ocasiones de forma ilegal para trabajar en la construcción, en la agricultura o en la hostelería y fueron conscientemente mantenidas por las autoridades de tal forma".

Fueron los años del España va bien, señala Becerra. Había que construir 800.000 viviendas al año y atender la estancia de muchos millones de turistas, y había que hacerlo al menor coste laboral posible "a fin de que los beneficios fueran los mayores imaginables". "Y como a través de la imposición indirecta y de los que estuvieran de forma legal ya se recaudarían impuestos y cotizaciones sociales, y como el crecimiento continuaba y continuaba, todo estaba bien".

Visto en perspectiva

Visto en perspectiva, Niño Becerra piensa que "la Historia será muy dura cuando analice la inmigración española venida entre mediados de los 90 y finales de los 2000, la fase del España está de moda". Y lo será, cree con respecto a cómo se administró la llegada y la estancia de esa inmigración, y con cómo evolucionó el ya problema de la inmigración cuando España empezó a ir mal.

"Pienso, siempre he pensado, que la residencia en un país para extranjeros ha de estar vinculada a un contrato de trabajo; y siempre he pensado que mientras un inmigrante se halle en un país ha de contar con absolutamente las mismas garantías legales que un originario histórico de ese país".

Eso significa que su entrada debe ser registrada como trabajador porque ha de entrar ya con un contrato en la mano por un tiempo determinado para realizar unas tareas especificadas en una entidad concreta y conocida. Que ha de hacerlo contando ya con una residencia, con una remuneración conocida y con unas plazas escolares ya asignadas para sus hijos, concluye el economista.

elEconomista.es

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