Que los gobernantes (tanto españoles como europeos) vayan a otorgar una nueva ayuda a la banca no sorprende a nadie. Tampoco sorprende que esta ayuda se vaya a materializar de forma velada y disimulada para no enturbiar la imagen de las entidades de crédito y para no indignar todavía más al contribuyente (que es quien en última instancia pone el dinero a través de mayores impuestos y recortes en educación, sanidad, etc). Desgraciadamente este tipo de barbaridades no nos sorprende a los que estamos medianamente bien informados.
Pero ello no es óbice para que dejemos de denunciar estas insultantes actuaciones, y más aún cuando día tras día el gobierno miente y engaña con descaro a los ciudadanos anunciando –entre otras cosas– que la banca española está sana, que no necesita ayuda o que en cualquier caso el dinero que se le inyecte se terminará recuperando. No podemos dejar que el gobierno siga burlándose de los ciudadanos, y por ello seguiremos destapando todas sus mentiras explicando de forma comprensible las enrevesadas estratagemas que emplean para confundir a la gente.
Desde el estallido de la crisis una de las estrategias que más han utilizado las entidades financieras españolas (tanto cajas de ahorros como bancos –incluyendo los de mayor tamaño–) para disimular su deteriorada situación económica ha sido la de los “activos fiscales”. Vamos a explicar en qué consiste. Cuando una empresa cualquiera obtiene beneficios tiene que pagar una parte a Hacienda en concepto de Impuesto sobre Sociedades. Si obtiene 100 euros de beneficios, tiene que pagar 30 al Estado.
Pero si en vez de obtener ganancias lo que registra son pérdidas, entonces la legislación española le permite a esta empresa que apunte esa cantidad para que pueda pagar menos cuando obtenga ganancias en un futuro. La lógica es la siguiente: cuando a una empresa le va bien tiene que pagar a Hacienda una parte, pero si a esa empresa le va mal entonces Hacienda le perdonará una parte de los impuestos cuando tenga que pagarlos en un futuro.
Por ejemplo, si en el primer año la empresa registra unas pérdidas de 100 euros, anotará 30 euros como “comodín”. Imaginemos que al año siguiente obtiene beneficios de 100 euros. Sabemos que tendría que pagar 30 euros en concepto de impuesto de sociedades, pero como tiene un “comodín” de 30 euros entonces lo usará y no pagará nada a Hacienda. A ese “comodín” se le denomina “activo fiscal”, y es como un favor que le concede el Estado a las empresas que registran pérdidas.
El truco perfecto
Pues bien, todas las entidades financieras españolas poseen una importante cantidad de activos fiscales (“comodines”) porque todas han registrado pérdidas durante estos últimos años. El truco que han utilizado para que desde fuera parezca que les va bien y que obtienen ganancias es contabilizar estas pérdidas en una cuenta aparte, que terminan compensando echando mano de los “ahorros” que durante mucho tiempo han almacenado.
De esta forma, despejando las pérdidas hacia otra cuenta, en la cuenta oficial han podido presentar beneficios con el objetivo de no perder la confianza de clientes, depositantes, accionistas y otros agentes interesados. En definitiva se trata de un truco contable para maquillar las pérdidas. Un truco perfecto, porque por un lado las pérdidas que registran les permiten obtener “comodines” que van guardando, y por otro lado con esta maniobra pueden vender al público desinformado que la banca española está saneada y que obtiene beneficios.
Además, a las entidades financieras les interesa poseer estos activos fiscales (“comodines”) porque la legislación actual les otorga un valor económico importante. Y cuanto más valor aglutine la entidad financiera (cuantos más “comodines” tenga), mejor imagen dará y por lo tanto menor dinero tendrá que almacenar para demostrar su solvencia frente a las instituciones reguladoras. Por ley se les exige a este tipo de entidades de crédito que atesoren importantes cantidades de dinero y activos para que su fortaleza económica sea importante y así evitar quiebras. Incomprensiblemente entre estos activos se les permite que incluyan los comodines que venimos mencionando, a pesar de que a nadie se le escapa que en realidad no tienen mucho valor.
Al borde de la insolvencia
De hecho, la legislación internacional acaba de reconocer que no tiene sentido otorgar tanto valor a los “activos fiscales” (los comodines), y por lo tanto va a dejar de considerarlos como activos de buena calidad. El problema es que si estos comodines ya no les van a servir a las entidades financieras para mostrar una posición económica sólida, tendrán que encontrar sustitutos que lo hagan. Y los sustitutos tienen que tener un valor igual que el de estos comodines, y no hablamos de moco de pavo: el valor hasta diciembre de 2012 de todos los comodines que atesoran las entidades financieras alcanzaba los 63.280 millones de euros (equivalente al 32,19% del patrimonio neto de las entidades financieras españolas más importantes).
Es decir, los bancos españoles necesitan encontrar 63.280 millones de euros a toda costa y de donde sea, si no quieren ser declarados insolventes. Nótese que hablamos de cantidades mastodónticas que muy difícilmente podrán conseguir los bancos en las condiciones actuales (a modo de comparación: una de las partidas presupuestarias más voluminosas es el gasto en prestaciones por desempleo y supone unos 27.000 millones de euros).
La legislación internacional les ha concedido un plazo de cinco años para que se hagan con ese dinero. Pero se trata de un plazo imposible, además de una hazaña casi milagrosa. De momento, la Comisión Europea –consciente de este enorme problema– ha ampliado el plazo a diez años para las entidades financieras europeas. Pero ello no es suficiente, y los bancos han acudido de nuevo a pedir ayuda al gobierno. De momento se ha llegado a un acuerdo (todavía pendiente de confirmarse) que consistiría en convertir esos “comodines” directamente en dinero que aportaría el Estado (con el dinero del contribuyente).
Así de simple. Los bancos no necesitarían obtener beneficios en un futuro para utilizar sus comodines, porque de la noche a la mañana esos comodines pasarían a ser activos de plena calidad garantizados por el gobierno. De esta forma los bancos no tendrían que obtener esos 63.280 millones de euros de ningún sitio, porque el gobierno muy amablemente se los cedería con el dinero de los contribuyentes.
En definitivas cuentas, de llevarse a cabo este acuerdo, lo que se estaría haciendo –una vez más– es tapar los agujeros de la banca española con dinero público. Y hablamos de una nueva ayuda a la banca muy cuantiosa, que supondría de un plumazo un aumento de la deuda pública del 6% del PIB.
[Eduardo Garzón es autor del blog Saque de esquina]
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