Entre Europa y Africa, una barrera contra la inmigración clandestina

Entre Europa y África, rodeando el enclave español de Melilla, se levanta una valla fronteriza de siete metros de alto y once kilómetros, sembrada de cámaras de vigilancia: una barrera entre dos continentes que no desanima a unos inmigrantes clandestinos dispuestos a todo.

Al alba, en su torre, los hombres de la Guardia Civil española observan el territorio marroquí a través de sus potentes prismáticos de visión nocturna, desde el camino iluminado por farolas que recorre las tres barreras fronterizas.
Enfrente, en la oscuridad, se dibuja el perfil del monte Gurugú, donde centenares de migrantes del África negra esperan el momento propicio para lanzarse hacia territorio europeo.

"Casi a diario se observan aproximaciones de grupos, unas veces es más numeroso, otras veces es más reducido, pero los últimos meses casi a diario hay grupos de subsaharianos que intentan aproximarse a la valla", explica el oficial de guardia, Javier Martínez.

"Se descalzan y trepan por la valla, superan el primer vallado, superan el segundo hasta el tercero", explica Martínez.

El 17 de septiembre, las fuerzas de seguridad españolas fueron sorprendidas por un asalto nocturno de unos 300 inmigrantes en el sector del Barrio Chino, uno de los más vulnerables ya que los inmigrantes pueden esconderse en él, del lado marroquí, entre pequeños edificios construidos cerca de la valla.

"La virulencia del salto de tantas personas por tan poco lugar y con tanta fuerza, con tanta violencia... fue imposible contenerlo", relata el subteniente Juan Antonio Martín Rivera, portavoz de la Guardia Civil en Melilla.
Estos asaltos ponen a España ante el desafío de luchar contra la inmigración ilegal, tanto en Melilla como en su otro enclave de Ceuta: dos pequeños territorios al norte de Marruecos, que constituyen las dos únicas fronteras terrestres entre Europa y el continente africano.

Desde 2005, la frontera en forma de semicírculo que delimita a esta ciudad de 80.000 habitantes y 12 kilómetros cuadrados, con sus extremos en el Mediterráneo, no deja de perfeccionarse: fue reforzada con una tercera valla, se elevó su altura, se pusieron 48 cámaras, sensores ultrasensibles, se hizo más tupida la malla de la valla para evitar las escaladas.

La verja exterior, la más alta con sus siete metros, tiene una parte superior inclinable, pero "aun así consiguen escalarlo", subraya el portavoz policial, afirmando que "es un freno, pero una persona que ha atravesado toda África, alguien que ha pasado meses para llegar aquí, una valla no le va a parar".

Frente a la presión migratoria, la Guardia Civil ha desplegado a 600 hombres en Melilla, un dispositivo exepcional.

"Nuestro tiempo de reacción esta cifrado entre el minuto y medio y dos minutos", destaca el suboficial, pero para "una persona fuerte, ágil, joven, esa triple valla que parece que es inexpugnable la pasan en segundos".

Omar Kamara forma parte de ese centenar de inmigrantes que, el 17 de septiembre, lograron entrar.

A sus 19 años, este joven malí dejó Bamako "hace un año y tres meses por culpa de la pobreza". Tras Argelia, llegó al monte Gurugú.

"El 17 de septiembre, dejamos el Gurugú. Caminamos cuatro horas", recuerda, añadiendo que "si lo conseguimos pasamos, si no, volvemos al monte. El 17 de septiembre, Dios nos dio esta oportunidad".

Era martes. "Me quedé escondido hasta el miércoles. Después encontré a un español. Me dio de beber". Este melillense le mostró el camino hasta el CETI, el centro de estancia temporal de inmigrantes clandestinos del gobierno español, donde Kamara está desde entonces.

Son alrededor de 860 en un centro de 480 plazas, donde la superpoblación ya es crónica, obligando a convertir dos grandes salas comunes en dormitorios de un centenar de camas cada una.

"La presión migratoria (...) a partir de hace dos años va en aumento", dijo Carlos Montero Díaz, el director del centro, recordando los conflictos en Mali y la inestabilidad nacida de las revoluciones árabes.

"El perfil: es joven, 22 años aproximadamente. Su fin no sólo es quedarse en España sino dirigirse a cualquier país de Europa para ayudar a sus familias", añade Montero, afirmando que antes llegaban en "unas épocas determinadas del año, épocas de buen tiempo, pero ya no".

 - Terra España

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1 Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pues en el mismo Marruecos tienen una tasa de paro del 8%, en Rumanía del 7% mientras en España hay un 26% ¿por qué quieren venir aquí? Es una curiosidad