Los paraguayos que emigran a Europa en busca de mejores horizontes no cuentan toda la realidad que viven al sufrir todo tipo de dificultades. La situación por la que atraviesan van de la semiesclavitud a la prostitución, amén de vivir escondidos de la policía. “No es normal que siga viniendo tanta gente”, dice Isabel Viera, una compatriota que lleva 27 años en París y se ha convertido en el paño de lágrimas y la salvación de muchos paraguayos. Con pena en el alma comenta que hay muchos casos de prostitución y otros tantos están con penas carcelarias por tráfico de estupefacientes.
En un acogedor espacio del restaurant “Les Balcons”, en la Plaza de Clichy de París, descubrimos a la paraguaya Isabel Viera, una mujer a la que reciben con alfombra roja en el Moulin Rouge o en el Lido de París y a quienes varios compatriotas ven como una verdadera embajadora. Pero Europa no ha cambiado a Isabel, que sigue siendo una paraguaya de cuerpo y alma, dispuesta a ayudar a sus compatriotas. “Cada año voy a visitar a mi familia, que es de Yegros, Caazapá. Ellos son trabajadores del campo, completamente”. [ABC digital]
“Con tantos años, aquí vivo como una francesa más. Pero la gente se engaña al pensar que actualmente podrá conseguir lo mismo”, reconoce al manifestar su preocupación por el aluvión de paraguayos que siguen yendo a Europa en busca de trabajo.
La situación que se daba décadas atrás para los emigrantes ha cambiado radicalmente en la actualidad. “Me casé con un francés en Paraguay y ahora tengo un hijo de 22 años, que estudia en la Escuela de Cine. Va por el segundo año y está preparando su primer cortometraje. En unos meses más irá a Cuba en la Escuela Internacional de Cine y para perfeccionar su español”, comenta.Moulin Rouge, el emblemático club de la capital francesa. Las entradas cuestan 100 euros por persona, unos G. 700.000.
Los paraguayos que conocen a Isabel aseguran que ella cumple el papel de embajadora del Paraguay en Francia. “Cuando la gente acude a la Embajada, a veces encuentra las puertas cerradas, porque existe un horario de atención al público. A ella la llaman aunque sea medianoche o madrugada, desde el aeropuerto, donde son retenidos. A veces, la misma Embajada le da su teléfono a los paraguayos desesperados para que acudan a ella en busca de auxilio”, corrobora una pareja paraguaya que también lleva años en París.
“Creo que la gente que viene a Europa no cuenta toda la realidad que viven aquí. La vida es mucho más dura hoy en día y los compatriotas vienen sin saber una palabra del francés. Este país, al igual que España, está saturado. Y toda Europa está así. Hacemos favores a nuestros compatriotas para que no queden durmiendo en las calles, bajo el puente”, asegura con mucha pena.
Sin embargo, menciona que muchos paraguayos, pese a las penurias, prefieren soportar pensando que los milagros vendrán del cielo. “Piensan que un día van a arreglar su situación, pero cuanto más pasa el tiempo, todo se hace más difícil aquí”.
Exóticas eran las de antes
Cuando Isabel llegó a Francia, 27 años atrás, recibió toda la bienvenida que merecía, era una exótica paraguaya casada con un francés que se mudaba a Europa. En cambio, hoy, quizás con una dosis de xenofobia, los europeos sienten mucho rechazo hacia los inmigrantes. “Cuando digo que soy paraguaya, todo el mundo me dice: ¡ahh una más! Me da pena y vergüenza que me digan cosas como que: tengo una novia que es paraguaya, pero cuando nos íbamos a casar me di cuenta que ya tiene marido y dejó a sus hijos en Paraguay”.
A criterio de Isabel, no es normal que la gente siga emigrando a Europa. “Vienen aquí y mienten a sus familiares. Las jóvenes se prostituyen y los varones viven como esclavos, escondidos de la policía. Muchos vienen buscando una pareja francesa, sea hombre o mujer, para tener documentos, pero eso ya no corre. La Embajada se lava totalmente las manos y no hace nada por ellos”.
En varias ocasiones, Isabel recibió llamadas a medianoche desde el Aeropuerto de París, de paraguayos que tenían su múmero telefónico –que ya llevan desde Paraguay– y le piden auxilio. “En una ocasión fui a rescatar a una compatriota a la que había visto por aquí antes pero en una de sus entradas a Francia la apresaron. La Municipalidad me hizo firmar un documento de que me hacía responsable de ella y la soltaron luego de cinco días, pues tuve que contratarle un abogado. Me dijo que entre la gente retenida había algunos que hasta estaban encadenados”.
Por hacer un favor
– ¿Cómo es que se dio tu contacto con los paraguayos?
– Por mi actividad profesional, siempre me pedían enviarles para que pueda enseñarles. La mayoría quiere ser mozo.
Pero después empezaron a venir los indocumentados. No podemos tenerles aquí cuando son ilegales porque está muy controlada la situación.
A veces, por hacer un favorcito a un compatriota, les recomiendo a alguien para que les ayude o les ofrezco un lugarcito hasta en mi casa si no tiene dónde pasar la noche.
¿Siguen llegando compatriotas?
Ahora hay demasiada gente. Aunque sean jóvenes y dinámicos no les puedo dar trabajo. Les doy algunas changas para que hagan uno o dos días en el restaurante, pero es solo una ayudita. La mayor parte viene a buscar trabajo soñando tener un puesto fijo, un salario mensual, pero no se le puede ofrecer más. Sin papeles no tienen derecho ellos, ni tampoco tengo derecho yo de tenerlos. Va contra las leyes y es un gran riesgo.
– ¿Son muchos los que ya pasaron por aquí?
– Son muchísimos. Hay épocas en que me llaman todo el tiempo, sin parar, porque corre la voz de que yo les puedo ayudar, pero es poco lo que se puede hacer cuando están ilegalmente. Ahora le tengo, por ayudar, a un paraguayo joven de Ayolas que expulsaron de Londres. El piensa que terminó su condena porque le dejaron en la frontera con Francia, pero ya queda registrado en la computadora. Aunque él vaya a Paraguay y vuelva luego de unos años, seguirá registrado. Tengo también el caso de una joven de Horqueta que fue a la Embajada paraguaya y le enviaron aquí.
– ¿Y qué les decís a los que acuden hasta aquí?
– Yo soy muy sincera y les digo que si no tienen papeles no pueden trabajar aquí. Este es un local abierto y si tengo un ilegal le meto en problemas a todo el mundo. Por eso, últimamente ya he dejado de tener paraguayos aquí. Ya no hay trabajo. Muchos hasta comparten su trabajo de las changas para repartirse un poco de plata y poder sobrevivir. Viven hacinados en las piezas, pasan hambre y frío.
– ¿Se habla de compatriotas que viven como esclavos?
– Eso es verdad. Generalmente les traen algún conocido o pariente. Los traen aquí y les pagan apenas 200 a 400 euros cuando el salario normal es de 1.200 euros. Con ese dinero ellos deben pagar el crédito que hicieron para el pasaje y tienen que enviar a sus familiares. No les sobra casi nada.
– ¿Se nota mucha xenofobia?
– Eso depende de cómo se comporten los que vienen. Hay casos de paraguayos que estuvieron aquí con documentación falsa. Le expulsaron y se hizo otros papeles y volvió. No sé por dónde estará. También se dio el caso de una paraguaya que vino a tener un bebé creyendo que le daría derecho a tener los papeles. Cuando fue a reclamar al municipio los documentos, le apresaron y el papá se quedó con la criatura esperándole. No consiguió nada.
De gratitudes e ingratitudes
En esta labor de ayuda desinteresada hacia los compatriotas, Isabel también ha sido objeto de la ingratitud de muchos compatriotas a quienes ayudó y pasó la mano. Una familia entera en Paraguay se ha molestado con ella porque la joven que le enviaron era “incorregible” y se fugó con el cocinero del bar.
Otra mujer deprimida por haber dejado a sus hijos en Paraguay y a la que había llevado para realizar algunas changas extras en un fin de semana, le robó dinero de la caja para enviar a sus familiares.
No obstante, sigue con ganas de ayudar a sus compatriotas, pero les recomienda que “no vengan más a Europa porque está saturada” e insiste en que la gente no cuenta esta realidad. “Yo trabajé noche y día durante años para obtener el lugar en que estoy, pero los tiempos cambiaron”, nos dice.
Agrega que “en vano la gente deja su pueblo y viene aquí. Llegan, encuentran otra realidad, se deprimen, se prostituyen y se desesperan, viven en la miseria total. Otros ni siquiera pueden pasar la frontera porque quedan presos”.
9 Comentarios
no nos rebajemos a ellos,yo soy paraguaya y estoy hace 2 años viviendo con mi novio que es español..y les puedo decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida!!
Como en todo el mundo hay gente buena y mala...
Y ARRIBA PARAGUAY..!!!