· ELPAÍS.com
Laila Karrouch y Anssumane Dahaba han notado un cambio en Vic (Barcelona) desde que el Ayuntamiento decidió vetar, a partir de febrero, el empadronamiento a los sin papeles. "Siento más silencio, más distanciamiento", reconoce Laila, marroquí, sorprendida porque un alcalde en el que había confiado, que criticaba a la Plataforma per Catalunya (PxC), ahora "está cumpliendo el sueño de Josep Anglada [fundador y presidente de la xenófoba PxC]". Laila, Anssumane y Amandeep Sandhu alaban las políticas de acogida e integración del Vic que les acogió: "Eran un gran referente hasta ahora, nos ayudaron y guiaron en todo momento". Esto parece que se ha truncado.
* Oposición y sindicatos tildan de ilegal el veto a empadronar
* Rajoy propone endurecer la Ley de Extranjería en plena polémica de Vic
"Antes", alega, "no suponíamos un peligro pero ahora entre el mensaje hipócrita de Anglada y la crisis las cosas han cambiado". De esos pocos se ha pasado a que hoy el 25,7% de los 40.000 habitantes de Vic son inmigrantes. La tasa de paro supera ligeramente la media catalana (15,51%) y de los inscritos para recibir el subsidio un 40% son extranjeros.
Laila, casada, con dos hijas, su propia casa y un trabajo de enfermera en el Hospital General, reconoce que Vic es una ciudad de difícil entrada pero también de difícil salida. Muchas veces ha tenido que morderse la lengua ante según qué comentarios y, pese a estar lamentablemente acostumbrada, no siempre lo consigue. "Vic tiene fama de ser cerrada, muy suya, y defiende mucho su cultura. Es muy importante saber catalán. A mí me ha abierto muchas puertas". Si Anglada llegara a ser alcalde, Laila se plantearía incluso ponerse el velo, prenda que nunca utiliza. "Solo faltaría que nos dijera qué marca de braguitas tenemos que utilizar. Que no se meta en mi vida privada porque es mía". Cuándo hace unos años veía los conflictos en Francia pensó que aquello nuca podría pasar aquí, pero reconoce que ahora no lo tiene tan claro. "Se ha azuzado la rabia y creado malestar entre la gente".
Comparte esta sensación Anssumane Dahaba, de Guinea-Bissau, quien, después de 12 años en Vic aún no se atreve a usar el catalán porque no se siente cómodo. "He estudiado catalán y he tomado cursos sobre cultura catalana, pero no entiendo por qué ponen el idioma como barrera. Muchos inmigrantes están aquí de paso y no les interesa aprender el catalán". En Vic tiene un trabajo gracias al cual consiguió reunir de nuevo a su familia. Aunque le gustaría moverse, le preocupa la educación de sus hijos: "Quiero que mejoren, que sean catalanes".
Considera que la gente en Vic es muy reservada y, a veces, tiene la sensación de que están "continuamente defendiendo lo que es suyo, alguna cosa que antes, con el franquismo, perdieron. Los entiendo pero eso no va con nosotros, con los inmigrantes". Cree que Vic es una sociedad dividida: "Te relacionas y muy bien en lo cotidiano, en el trabajo, con los vecinos, te saludas en la calle, pero los inmigrantes van por una parte y la gente de aquí por otra; no ves grupos mixtos".
Amandeep Sandhu piensa radicalmente lo contrario. Está chica india tan sólo lleva dos años y medio en Vic, tiene 21, pero ya habla un catalán casi perfecto. Estudia un grado superior en gestión administrativa y trabaja en una charcutería, pese a ser vegetariana estricta. "Cuándo llegue a Vic supe que estaríamos bien; es una ciudad tranquila, la gente es amable y tengo más amigos de aquí que de allí, porque la comunidad india que vive aquí es muy cerrada, hace sus propias fiestas, es muy estricta, sobre todo con la mujer".
Amandeep había empezado su primer curso de Medicina en Punjab cuando su madre murió. Su padre hacía tiempo que vivía en Badalona, donde regenta un comercio, y ella y sus hermanos menores decidieron venir a Cataluña. "Badalona no nos gustó, demasiado grande, y nos espabilamos para buscar trabajo y estudios aquí". Ahora está en contra de la decisión municipal. "El alcalde dice que la gente lo pide, que si no va a perder votos. Entonces, ¿si la sociedad dice que nos echen a todos fuera, también lo va a hacer?", se pregunta Anssumane. "Esto no es un juego, necesitamos políticas de integración reales. Nosotros tenemos que hacer esfuerzos para aprender la cultura, el idioma, las costumbres y las normas de comportamiento para poder convivir allí donde vamos, pero la gente de aquí también tiene que esforzarse en entendernos". Anssumane no cree que por ahora Vic esté preparada para una sociedad multicultural pero confía en que en un futuro será así, sólo es cuestión generacional. Quizás la generación de Amandeep está marcando este camino.
Laila Karrouch y Anssumane Dahaba han notado un cambio en Vic (Barcelona) desde que el Ayuntamiento decidió vetar, a partir de febrero, el empadronamiento a los sin papeles. "Siento más silencio, más distanciamiento", reconoce Laila, marroquí, sorprendida porque un alcalde en el que había confiado, que criticaba a la Plataforma per Catalunya (PxC), ahora "está cumpliendo el sueño de Josep Anglada [fundador y presidente de la xenófoba PxC]". Laila, Anssumane y Amandeep Sandhu alaban las políticas de acogida e integración del Vic que les acogió: "Eran un gran referente hasta ahora, nos ayudaron y guiaron en todo momento". Esto parece que se ha truncado.
* Oposición y sindicatos tildan de ilegal el veto a empadronar
* Rajoy propone endurecer la Ley de Extranjería en plena polémica de Vic
Anssumane: "Los inmigrantes van por una parte y la gente de aquí va por otra"
Laila: "Antes no nos veían como un peligro, ahora las cosas han cambiado"
Amandeep: "La gente es amable, tengo más amigos de aquí que de allí"Laila Karrouch llegó a Vic con su madre desde el rifeño Nador. Era 1985 y tenía 8 años, los mismos que su padre llevaba en Vic y gracias a los cuales pudo acogerse al reagrupamiento familiar. "De esa época recuerdo las miradas. No sabía el idioma y era como si no tuviera el sentido del oído. Miradas que eran como un escáner, que se fijaban en tus ojos, tu forma de vestir... Éramos gente rara pero no nos veían como un problema, sólo como gente que había venido a comer, a buscar trabajo. La población inmigrante en aquel entonces era escasa".
"Antes", alega, "no suponíamos un peligro pero ahora entre el mensaje hipócrita de Anglada y la crisis las cosas han cambiado". De esos pocos se ha pasado a que hoy el 25,7% de los 40.000 habitantes de Vic son inmigrantes. La tasa de paro supera ligeramente la media catalana (15,51%) y de los inscritos para recibir el subsidio un 40% son extranjeros.
Laila, casada, con dos hijas, su propia casa y un trabajo de enfermera en el Hospital General, reconoce que Vic es una ciudad de difícil entrada pero también de difícil salida. Muchas veces ha tenido que morderse la lengua ante según qué comentarios y, pese a estar lamentablemente acostumbrada, no siempre lo consigue. "Vic tiene fama de ser cerrada, muy suya, y defiende mucho su cultura. Es muy importante saber catalán. A mí me ha abierto muchas puertas". Si Anglada llegara a ser alcalde, Laila se plantearía incluso ponerse el velo, prenda que nunca utiliza. "Solo faltaría que nos dijera qué marca de braguitas tenemos que utilizar. Que no se meta en mi vida privada porque es mía". Cuándo hace unos años veía los conflictos en Francia pensó que aquello nuca podría pasar aquí, pero reconoce que ahora no lo tiene tan claro. "Se ha azuzado la rabia y creado malestar entre la gente".
Comparte esta sensación Anssumane Dahaba, de Guinea-Bissau, quien, después de 12 años en Vic aún no se atreve a usar el catalán porque no se siente cómodo. "He estudiado catalán y he tomado cursos sobre cultura catalana, pero no entiendo por qué ponen el idioma como barrera. Muchos inmigrantes están aquí de paso y no les interesa aprender el catalán". En Vic tiene un trabajo gracias al cual consiguió reunir de nuevo a su familia. Aunque le gustaría moverse, le preocupa la educación de sus hijos: "Quiero que mejoren, que sean catalanes".
Considera que la gente en Vic es muy reservada y, a veces, tiene la sensación de que están "continuamente defendiendo lo que es suyo, alguna cosa que antes, con el franquismo, perdieron. Los entiendo pero eso no va con nosotros, con los inmigrantes". Cree que Vic es una sociedad dividida: "Te relacionas y muy bien en lo cotidiano, en el trabajo, con los vecinos, te saludas en la calle, pero los inmigrantes van por una parte y la gente de aquí por otra; no ves grupos mixtos".
Amandeep Sandhu piensa radicalmente lo contrario. Está chica india tan sólo lleva dos años y medio en Vic, tiene 21, pero ya habla un catalán casi perfecto. Estudia un grado superior en gestión administrativa y trabaja en una charcutería, pese a ser vegetariana estricta. "Cuándo llegue a Vic supe que estaríamos bien; es una ciudad tranquila, la gente es amable y tengo más amigos de aquí que de allí, porque la comunidad india que vive aquí es muy cerrada, hace sus propias fiestas, es muy estricta, sobre todo con la mujer".
Amandeep había empezado su primer curso de Medicina en Punjab cuando su madre murió. Su padre hacía tiempo que vivía en Badalona, donde regenta un comercio, y ella y sus hermanos menores decidieron venir a Cataluña. "Badalona no nos gustó, demasiado grande, y nos espabilamos para buscar trabajo y estudios aquí". Ahora está en contra de la decisión municipal. "El alcalde dice que la gente lo pide, que si no va a perder votos. Entonces, ¿si la sociedad dice que nos echen a todos fuera, también lo va a hacer?", se pregunta Anssumane. "Esto no es un juego, necesitamos políticas de integración reales. Nosotros tenemos que hacer esfuerzos para aprender la cultura, el idioma, las costumbres y las normas de comportamiento para poder convivir allí donde vamos, pero la gente de aquí también tiene que esforzarse en entendernos". Anssumane no cree que por ahora Vic esté preparada para una sociedad multicultural pero confía en que en un futuro será así, sólo es cuestión generacional. Quizás la generación de Amandeep está marcando este camino.
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