Radiografía del expolio en las cajas de ahorros

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El personal del Hotel Hilton de Toledo conocía a la perfección a la cúpula de Caja Castilla La Mancha (CCM). Hasta que la entidad fue intervenida, en marzo de 2009, su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó, y su director general, Ildefonso Ortega, eran dos de los mejores clientes del restaurante del hotel. Allí agasajaban a empresarios y políticos con "el mejor arroz al senyoret de la meseta castellana". Tras la comida, una Visa Oro de la caja pagaba la cuenta y varios coches oficiales esperaban a la puerta.

Las facturas abultadas en hoteles de cinco estrellas y restaurantes de lujo, los billetes de avión en primera clase, la compra de obras de arte, los carísimos viajes de incentivos... fueron el pan nuestro de cada día para unas entidades que se han convertido en la principal víctima de la crisis en el sector financiero.

Los gestores, protagonistas de estos dispendios y responsables de la mala gestión (tres cajas han sido intervenidas -CCM, Cajasur y Caja Mediterráneo- y otras tres han sido nacionalizadas -Novacaixagalicia, Catalunya Caixa y Unnim-) lejos de ser castigados, han recibido generosas indemnizaciones.

El primer caso que saltó a la opinión pública, y uno de los más sangrantes, fue el de María Dolores Amorós, directora general de Caja Mediterráneo (CAM). La ejecutiva, que asumió la responsabilidad a comienzos de 2011, acordó para sí un sueldo anual cercano a los 600.000 euros. Además, se garantizó el pago de una pensión vitalicia de 370.000 euros. Cuando el Banco de España intervino la caja y apartó a la directiva, Amorós, lejos de renunciar a parte de la remuneración, optó por apuntarse al paro para cobrar el subsidio de desempleo y acudir a los tribunales para defender lo que considera como una indemnización justa. El Estado tuvo que aportar 2.800 millones de euros para recapitalizar la entidad y otros 3.000 millones como línea de crédito.

Desde que se conoció este episodio han salido a la luz numerosos casos de directivos de cajas que han cobrado escandalosas compensaciones por abandonar las entidades en cuyo descalabro participaron activamente. El último, la semana pasada, el de la cúpula de Caixa Penedès. Cuatro ejecutivos se garantizaron el cobro de un plan de pensiones que, en total, sumaba 20 millones de euros. Tras hacerse público, el presidente de la caja, Ricard Pagès, y el director general, Manuel Troyano, se vieron obligados a dimitir. El grupo BMN, donde se integró Caixa Penedès, ha recibido 915 millones de euros del FROB en forma de participaciones preferentes.

Uno de los episodios que generó más asombro es el protagonizado por la anterior cúpula de Novacaixagalicia (producto de la fusión de Caixanova y Caixa Galicia). Cuatro altos cargos de la entidad, que fueron apartados de sus funciones poco antes la nacionalización de la caja, cobraron 23 millones de euros en concepto de blindaje por despido y las aportaciones de la caja a sus respectivos fondos de pensiones. Esta voluminosa indemnización no incluye los más de 15 millones de euros que cobró el último presidente de Caixa Galicia, José Luis Méndez, como pensión.

La presión social y las gestiones de la nueva cúpula de la entidad gallega hicieron que los exdirectivos se replantearan el cobro de las sumas acordadas. Javier García de Paredes, ex director general adjunto, aceptó devolver la mitad de los 10 millones que le correspondía. El resto de directivos implicados aún no ha devuelto nada.

Otro caso sonado es el de Domingo Parra, ex director general de Banco de Valencia (participada por BFA-Bankia), que pactó para su salida el pago de una indemnización de 7,5 millones de euros.

El principal problema al que se enfrentan tanto en Novacaixagalicia como en otras entidades financieras es que los contratos que esgrimen los directivos para cobrar las compensaciones son perfectamente legales. "Encargamos informes jurídicos a varios despachos y todos ellos han coincidido en que los contratos se ajustan a derecho", explicaba recientemente José María Castellano, el nuevo presidente ejecutivo de Novagalicia Banco (la filial financiera de la caja). Por este motivo, la única vía que las cajas tienen para recuperar parte de la suma de las indemnizaciones es confiar en que los directivos rectifiquen, presionados por la alarma social y por las investigaciones abiertas por la Fiscalía Anticorrupción.

Contratos legales

La dificultad para revocar los contratos sobre compensaciones a altos cargos se ha puesto de relieve en Caja España-Duero. El exvicepresidente, Francisco Fernández, ha cobrado 554.000 euros al prejubilarse de la entidad financiera, que también ha recibido el apoyo del FROB. El consejo de la caja analizó la posibilidad de revocar el pago, pero lo descartó el pasado viernes tras recibir un informe de un despacho de abogados en el que otorgaba plena legalidad a la indemnización.

"El debate no debería ser si nos escandalizamos más o menos por una indemnización", aseguraba recientemente Manuel Menéndez, presidente ejecutivo de Liberbank, una de las pocas entidades que no ha recibido apoyo público. "El debate debería ser si tiene sentido prejubilar a directivos con 55 años. Tal vez hacerlo tenga sentido económico, pero será, en cualquier caso, muy caro".

Lo que evidencia la crisis es que el sector bancario, especialmente las cajas, estaba sobredimensionado (lo que ha provocado el cierre de miles de oficinas y el recorte de decenas de miles de empleos) y sus salarios estaban inflados. Buen ejemplo de ello es un estudio reciente elaborado por el sindicato Comisiones Obreras que revela que, entre 2004 y 2010, el beneficio de las nueve mayores cajas cayó un 7%, mientras que la retribución de la alta dirección subió un 38%.

La fiscalía ya investiga las remuneraciones en tres cajas

Hasta hace unos meses, las noticias sobre la remuneración de los directivos o los consejeros de una caja de ahorros apenas tenían trascendencia. "Caja Navarra pagó en 2010 dos millones de euros en sueldos directivos" o "La cúpula de Catalunya Caixa cobra 1,86 millones en seis meses" eran titulares que mostraban los altos sueldos que se pagaban en el sector financiero, pero no pasaban de ahí.

La percepción de estas informaciones cambió radicalmente cuando esta industria, de retribuciones privilegiadas, se tuvo que echar en manos del Estado para evitar su bancarrota. Con tres cajas nacionalizadas, otras tres intervenidas, y un banco (participado por una caja) también controlado por el supervisor, la tolerancia hacia los sueldos escandalosos ha terminado.

El principal cambio proviene de la actitud de la administración de justicia. Tras hacerse pública la pensión vitalicia que había pactado para sí María Dolores Amorós, directora general de Caja Mediterráneo en el momento de la intervención, dos colectivos remitieron a la Fiscalía Anticorrupción una denuncia por las prácticas fraudulentas en la entidad. El Movimiento 15-M y una asociación de vecinos de Alicante pedían a la justicia que depurara "de forma oficial y pública los hechos acaecidos en la previsible mala gestión de la entidad y las responsabilidades en que hubieran incurrido sus órganos gestores".

El ministerio fiscal no solo se tomó en serio la denuncia, sino que aceptó otras provenientes de cajas que no habían sido intervenidas, como el caso de Novacaixagalicia. En este caso, Anticorrupción investiga dos interrogantes de la gestión de la entidad: por qué sus recursos propios quedaron reducidos a 181 millones de euros, un 10% de su valor en libros, y hasta qué punto son legales las millonarias indemnizaciones y prejubilaciones que se embolsaron sus antiguos directivos. Fue el sindicato Confederación Intersindical Galega (CIG) el que tuvo la iniciativa de acudir a la Fiscalía Anticorrupción para que investigara los hechos.

El último paso de esta escalada son las investigaciones de oficio. Es lo que ha hecho la Fiscalía Superior de Cataluña, que el viernes anunció que va a abrir diligencias sobre la remuneración de la alta dirección de Caixa Penedès. El organismo ha tomado esta decisión al tener conocimiento de los planes de pensiones que se habían asignado directivos de la caja (20 millones para el presidente, el director general y otros dos ejecutivos). Su intención es "determinar si existe una posible responsabilidad penal".

La incógnita ahora es si estas investigaciones acabarán dando lugar a juicios y a posteriores sanciones. El único precedente es el de CCM, intervenida en 2009, y en el que la causa se está sustanciando actualmente en la Audiencia Nacional.

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