Más de 264.000 desplazados han llegado a Europa en lo que va de año, cifra que supera el total registrado en todo 2014. El viejo continente vive una crisis humanitaria sin precedentes en tiempos de paz. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), “las fronteras se están cerrando y las alternativas legales con las que cuentan los refugiados están desapareciendo”.
Europa está reaccionando a esta crisis con medidas aislacionistas que no están haciendo sino agravar el problema. Grecia e Italia se ven desbordadas por la llegada masiva de refugiados y la UE ya ha puesto un plan en marcha para reubicar a 40.000 personas en otros países de la Unión. Sin embargo, los refugiados que llegan a través del Mediterráneo a estos dos países sólo lo hacen de paso: el verdadero objetivo es llegar a países del norte de Europa y a Reino Unido, donde obtener el asilo es más sencillo.
Sin embargo, la ruta está llena de dificultades. Al altísimo peligro de cruzar el Mediterráneo -según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) más de 2.300 personas han perdido la vida en 2015 intentándolo- se unen las dificultades en las fronteras de Europa.
En el paso entre Grecia y Macedonia se están produciendo estos días violentos disturbios. Miles de personas llegan al día para tratar de cruzar la frontera, según datos de la ONU. Aunque el gobierno de la antigua república de Yugoslavia asegura que las medidas tomadas son para la seguridad de su país y que está siguiendo los trámites habituales para garantizar el paso a quien solicita el asilo, ACNUR reclama al gobierno que aplique “los mecanismos necesarios para establecer una gestión de sus fronteras ordenada y sensible a cuestiones de protección internacional”. Cada vez llegan más personas a la frontera y menos consiguen cruzarla, por lo que en el lado griego de la misma se están viviendo aglomeraciones que precisan de “asistencia urgente”, según el organismo de la ONU. La policía macedonia llegó a utilizar gases lacrimógenos contra las familias que trataban de cruzar el paso.
Los musulmanes, vetados en Hungría
El cierre de fronteras no es una novedad aislada. La ruta de los refugiados continúa tras la salida de Macedonia cruzando Serbia para pasar a Hungría, cuya principal medida para solucionar el problema migratorio consiste en levantar una valla de cuatro metros de altura a lo largo de 175 kilómetros de frontera con Serbia. Para ACNUR, una medida así podría servir para “forzar a las personas refugiadas a ponerse en manos de traficantes y redes de trata” y no solucionar el problema, sino agravarlo.
Este tipo de medidas alcanzan su exponente más discriminatorio y extremista en la frontera eslovaca. Siempre con argumentos de seguridad y culturales, las fronteras del país centroeuropeo aplican un nuevo criterio para permitir el paso por su frontera a los refugiados, principalmente sirios: que sean cristianos. No aceptarán a sirios musulmanes porque, según dice el Gobierno eslovaco, “no podrían integrarse”. Eslovaquia pretende controlar la religión de los refugiados mediante su registro en la frontera, aunque asegura que no se trata de ninguna medida discriminatoria.
Como medida ejemplar, Alemania ha decidido no rechazar a ningún refugiado Sirio que llegue a su terrotorio. Según la normativa europea -el reglamento de Dublín, aprobado en 1990-, los países están obligados a devolver a los refugiados al primer estado europeo en el que entraron. Con esta medida, Alemania espera que el resto de países de la Unión sigan su ejemplo para conseguir descongestionar las fronteras continentales.
Ascenso de la extrema derecha
Mientras tanto, el primer ministro de Reino Unido, David Cameron, prepara una batería de medidas en su nueva ley de inmigración que pretenden hacer “menos atractivo” su país para los inmigrantes, según sus propias palabras. La nueva legislación llegará incluso a perseguir a quienes alojen a sin papeles. Medidas similares a las que ya existen en países como Alemania pero que, de facto, no se aplican salvo en casos excepcionales por complicado que resulta.
Esta crisis humanitaria que arrastra a decenas de miles de personas a las puertas de Europa huyendo de la guerra y la violencia es aprovechada por la extrema derecha para sacar partido de su discurso xenófobo. En Suecia, uno de los países europeos donde más accesible es el asilo, la extrema derecha está entre las tres principales fuerzas políticas. Le-Pen en Francia o el UKIP en Reino Unido (con casi un 30% de los votos en las últimas elecciones europeas, llevándose la victoria) son más muestras de cómo la extrema derecha encuentra en el drama migratorio un argumentario que, además, normaliza las decisiones racistas en las fronteras europeas.
via - La Marea
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