Cuando se inició la 'primavera árabe', Occidente se mostró encantado de que los levantamientos iniciados en Túnez prometieran cambios y acercar sus naciones a las democracias occidentales.
Son pocos los analistas –para no ser acusados de eurocentristas, insolidarios o cosas peores- que se han atrevido a desmenuzar con perspectiva, a proyectar, en suma, las consecuencias posibles que pueda tener sobre Europa el aluvión de refugiados que están llegando procedentes de Oriente Medio. No ya por el efecto llamada o la posibilidad de que entre las personas que piden asilo se infiltren terroristas yihadistas,- que son otros problemas, aparte- sino por las repercusiones inmediatas en la economía, los servicios sociales y el empleo, especialmente en países con serios problemas no resueltos en este terreno, como es el caso de España.
Y no digamos la aprensión que produce que la apurada Europa tenga que solucionar este caso humanitario, mientras las monarquías árabes del Golfo no muestran solidaridad alguna con sus hermanos en la fe (mayoritarios entre los que huyen) en este trance. Si bien es cierto que estas naciones, las de mayor renta del mundo, hacen donaciones a Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sus aportaciones significan una gota de agua en beneficio de los miles de desplazados sirios, iraquíes y afganos que buscan refugio en Europa.
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Pero eso no nos libra ni a europeos y, sobre todo, a norteamericanos de responsabilidad en la solución de la cusa originaria de este éxodo. Cuando se inició la llamada “primavera árabe”, Occidente se mostró encantado de que los levantamientos iniciados en Túnez a partir del 2010 prometieran cambios substanciales y acercar las naciones en revuelva a las democracias occidentales. Las esperanzas de que aquellas revoluciones cambiasen el mapa geopolítico de una parte de mundo se vieron pronto frustradas. De alguna manera, el cambio fue a peor en tanto el equilibrio existente hasta el momento (pese a las penurias y falta de libertad que padecían las naciones involucradas en el cambio desencadenado por las masas populares) derivó en una terrible serie de guerras civiles que alumbrarían el amargo fruto del “Estado islámico”.
Más, la perspectiva global de la situación que nos asola tiene que tomarse desde otro punto anterior, Agfanistán, un país que lleva décadas en guerra permanente. En 1978, mientras Rusia apoyaba militarmente al gobierno comunista, Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán lo hacían con la resistencia talibán. Y en este sentido, se sabe que el propio Ben Laden recibió el apoyo de la Cía. Los soviéticos se van en 1989 y los talibanes victoriosos acaban imponiendo, a partir de 1996, su régimen basado en la Sharia. Todo ello desemboca a su vez en una larga e inacabable guerra para la creación por los aliados occidentales de un Estado al que dudosamente se puede considerar como tal y que tiene que ser sostenido por el apoyo militar exterior.
Tras el atentado de las torres gemelas, el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos fijó su objetivo en la facción Al Qaeda y logra que Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respaldara la creación de una fuerza internacional para derrocar a los talibanes. Pero allí sigue la guerra y el país está teóricamente gobernado por un poder que no es tal. Abatieron a Ben Laden y a otros dirigentes, pero Al Queda no ha desaparecido, aunque la supere en brutalidad el Estado Islámico.
Los casos de Siria e Irak
Otro de los elementos esenciales de este tablero es El Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baaz, renacimiento en árabe). Dos son los personajes claves del Baaz, Hafez al-Asad, presidente de Siria, al que sucedió su hijo, Bashar al-Asad, y Saddam Hussein Abd al-Majid al-Tikriti, presidente de Irak. Ambos acabarán rompiendo su relación, pero manteniendo las características de la ideología del partido laico. Es interesante recordar esta parte de la historia.
Pocos españoles sabrán que en 1974, el Gobierno español otorgó la Saddam a Gran Cruz de Isabel la Católica, por el petróleo suministrado al país al margen del embargo decretado por la OPEP a Occidente, y cuatro años después, el gobierno de entonces le otorgó el Collar de la Orden del Mérito Civil por el mismo motivo.
En el terreno internacional, con el respaldo de Estados Unidos, Francia y la URSS en 1980, durante ocho años, Irak mantuvo una cruenta guerra con Irán, animada por las grandes multinacionales del petróleo que querían explotar los yacimientos reivindicados por ambos países. Hussein era entonces un “amigo” de Occidente, pese a sus matanzas, represalias y razzias, de las que fueron especialmente víctimas las minorías kurdas.
Pero las cosas cambiaron cuando los Emiratos y Kuwait excedieron las cuotas que le asignaba la OPED, Irak se consideró perjudicado e invadió Kuwait, que contó con el apoyo norteamericano y la ONU. Irak fue derrotado y hubo de retornar a sus fronteras, con gran parte del país destruido por continuos bombardeos.
El resto de la historia es bien conocida: Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 de Nueva York, el presidente estadounidense George W. Bush incluyó a Irak en lo que llamó el “Eje del Mal” (Con Corea del Norte e Irán) y se lanzó la invasión del país, bajo la amenaza, que resultó falsa, de que poseía armas de destrucción masiva. Saddam sería condenado por el Tribunal Penal Internacional a morir en la horca, acusado de un crimen de lesa Humanidad, por el asesinato de 148 chiítas de la aldea de Duyail en 1982, en represalia por un atentado contra su vida cometido durante una visita a esa aldea y otros hechos, como la invasión de Kuwait.
Pero no olvidemos otro dato: El Estado Islámico surgió como una organización terrorista próxima a Al Qaeda para hacer frente a la invasión de Irak y que ocupa parte de este país y de Siria. Son sunníes.
La guerra interminable
Las últimas noticias sobre lo que está ocurriendo en esta parte del mundo son que Rusia ha enviado a Siria un importante contingente militar para ayudar al presidente sirio Bashar Asad, en la lucha contra el Estado Islámico (IS en siglas inglesas). Estados Unidos y sus aliados, que tienen el mismo interés en cuanto acabar con el IS, promueven una transición política en Siria sin Asad en el poder.
Estos días, ante el la llegada masiva de refugiados sirios a Europa, desde todos los rincones han surgido voces que piden una intervención global en el foco del conflicto para acabar con el Estado Islámico, pero el desacuerdo de qué hacer después, en el caso de líderes cuestionados como el presidente sirio no permiten avance alguno, pese a la postura. Sin embargo, hay países que han manifestado su apoyo para liquidar el problema esencial. En este sentido, el primer ministro de Francia, Manuel Valls, aseguró ante la Asamblea Nacional que cualquier coalición terrestre de países de la región para "liberar Siria" del Estado Islámico (IS) contaría con el apoyo de Francia.
Y aparte de los dramas humanos, la Humanidad misma ha perdido valiosos tesoros en la misma cuna donde nació la civilización. El grupo radical Estado Islámico (IS) se mantiene en territorio sirio e iraquí. Controla importantes yacimientos y campos de petróleo que equivalen a una superficie equivalente a cinco veces la extensión del Líbano, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Una población civil inocente sufre de manera alternativas los ataques indiscriminados del ejército sirio o la feroz tiranía del IS. España se puede ir preparando.
La presión de nuevo en la frontera Sur es cosa esperada con la que hay que contar. El argumento de los subsaharianos que piden asilo es razonable: ¿Es que los que huimos de la guerra y el hombre en África tenemos menos derechos de asilo que los que vienen de Oriente?
via mundiario.com
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