Los españoles están cansados. Los calificativos de xenofobia o racismo ya no engañan a nadie. El constante flujo de ayudas indiscriminadas y la doble vara de medir a españoles e inmigrantes han logrado que el 40% de los españoles se declare abiertamente contrario a la inmigración, dejando patente que, aunque la clase política pueda intentar criminalizar a los españoles señalándolos como racistas o xenófobos, ha llegado el momento de poner fin a las políticas migratorias que tanto mal han hecho a los trabajadores españoles.
Un informe del Ministerio de Trabajo e Inmigración, refleja en 400 páginas el avance de la menor receptividad ante el foráneo y la consolidación de una imagen negativa que la asocia al deterioro de las condiciones laborales.
Pese a la contención de los flujos migratorios, debido al nuevo escenario laboral y a un mayor control de inmigrantes en situación ilegal, la transigencia con el extranjero se hace depender cada vez más de las necesidades laborales y de su capacidad de integrarse, según las 2.800 respuestas de la encuesta anual del Observatorio, que se realiza desde 2005.
El requisito de adaptación se antepone incluso al empleo para permitir el acceso al país y, aunque la población autóctona aprecia la riqueza cultural que trae la inmigración (incluso más que la económica), no ocurre así con la religiosa (la más desaprobada).
Se asiente que los inmigrantes mantengan su cultura y costumbres, pero con la condición de que se avengan a las normas legales y sociales que configuran la vida en sociedad: “que no molesten al resto de los españoles”.
No obstante, a la exigencia de que se integren no sigue pareja la voluntad, por parte de los españoles, de acrecentar actuaciones que contribuyan a su integración. El análisis concluye que el 37 por ciento de los encuestados son reacios a la inmigración, el 33 por ciento tolerantes y el 30 por ciento ambivalentes.
Respecto a si las leyes que regulan la entrada y permanencia de extranjeros son laxas o restrictivas, el 42 por ciento opina que son “demasiado tolerantes” -un porcentaje superior a años anteriores-, frente a sólo un 5 por ciento que las cree “más bien duras”.
Además, el 39% de los encuestados opina “muy aceptable” que “se expulse del país a los inmigrantes legalmente instalados que cometan cualquier delito”, y un 29 por ciento lo valoran “bastante aceptable”.
Esto último supondría un ascenso del acuerdo en dieciocho puntos respecto a 2005. Por otro lado, en la última encuesta del Observatorio baja la opinión favorable a la concesión de la generalidad de derechos sociales sobre los que se pregunta.
Descensos tibios, de apenas dos puntos porcentuales respecto al año anterior, en el caso del cobro del subsidio si se quedan parados y la obtención de la nacionalidad española.
Sin embargo, adquieren relevancia en el caso de los derechos a traer a su familia y a votar en las elecciones municipales. En el primero, el descenso alcanza los seis puntos porcentuales; en el segundo, siete puntos. Del conjunto de derechos, son los relacionados con el sufragio los que siguen suscitando menor aprobación por parte de los españoles, seguido de la reunificación familiar.
Precisamente, este último derecho es el segundo que registra un mayor descenso en el espacio temporal de un año. De un 86 por ciento de aprobación en 2007 se pasa al 80 por ciento en 2008.
A la pregunta de si hay un grupo de inmigrantes por el que tenga más simpatía, uno de cada tres encuestados declinó responder y uno de cada cuatro respondió “ninguno”. A distancia aparece la mención genérica a “latinoamericanos” (12%), seguido de “africanos o subsaharianos” (5%) y “argentinos” (4%). En el lado opuesto, figuran marroquíes y rumanos.
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