Los inmigrantes que llegaron a España hace diez o quince años ya tienen enfocada su vida y un alto nivel de arraigo. Otra situación muy diferente es la que viven los que llegaron en el año 2005/06, coincidiendo con la regularización que hubo en España en aquel momento. Este colectivo puede ahora verse desilusionado por las escasas perspectivas de trabajo y porque sus proyectos están estancados. Más de uno valora volver a sus país o incluso marcharse a otro país europeo.
La inmigración se traslada hacia donde hay posibilidades de trabajo, por eso el ritmo de llegadas ha bajado significativamente. Eso es siempre así. Ahora España no está en condiciones de ofrecer a los inmigrantes lo que buscan. Ellos lo saben porque se transmite por el boca a boca y algunos lo han vivido de cerca cuando han visto retornar a familiares que han perdido la esperanza de ganarse la vida en España. Ningún experto puede dibujar cómo será el mapa de las migraciones para los próximos cuatro o cinco años, porque algunos de los que se han ido volverán; otros se quedarán para siempre.
Los inmigrantes también son conscientes de la crisis y quieren ser parte de la respuesta. Ahora surge el debate de la edad de jubilación, pero está claro que habrá un envejecimiento de la población y España necesitará nuevos cotizantes. Ahí la inmigración tiene un papel importante que desempeñar. Hay gente que con la crisis se ha convertido en víctima doblemente: porque ha perdido su trabajo y también su documentación al carecer de un empleo. Ha caído en una irregularidad sobrevenida.
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