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Los inmigrantes legales son un negocio muy rentable para la economía francesa: reciben de los presupuestos del Estado unos 47.900 millones de euros, pero pagan de sus bolsillos unos 60.300 millones. Un saldo positivo y favorable para las finanzas públicas de unos 12.400 millones de euros, que solo es la parte monetaria de unas transferencias positivas mucho más altas.
En Francia (64.7 millones de habitantes), unos 6.5 millones de franceses tienen un familiar inmigrante. Las cifras de inmigrantes ilegales son muy aleatorias. Hay contabilizados unos 5.3 millones de residentes extranjeros, con sus familiares.
Un equipo de investigadores de la universidad de Lille, dirigidos por el profesor Xavier Chojnicki, ha realizado por cuenta del ministerio de Asuntos sociales un estudio sobre los costos y beneficios económicos del conjunto de esa inmigración para la economía nacional, llegando a esa conclusión cifrada (2009), tras varios años de estudio.
Manejando cifras oficiales, los investigadores han desmenuzado todas las grandes partidas de transferencias positivas y negativas de los inmigrantes, concluyendo con ese saldo muy positivo para la economía nacional.
Por partidas, la inmigración cuesta a los presupuestos del Estado (2009) unos 47.900 millones de euros, en estos conceptos: pensiones de jubilación, 16.300 millones de euros; ayudas a la vivienda, 2.500 millones; salario mínimo de inserción, 1.700 millones; subsidios de paro, 5.000 millones; ayudas a la familia, 6.700 millones; ayudas sanitarias, 11.500 millones; educación, unos 4.200 millones.
Mano de obra inmigrante en las autopistas
Por su parte, los inmigrantes aportan a los presupuestos del Estado, de su bolsillo, con su trabajo, sumas mucho más importantes: impuestos sobre la renta, 3.400 millones de euros; impuestos sobre las rentas del capital, 3.300 millones; impuestos y tasas sobre el consumo, 18.400 millones; impuestos locales, urbanos y otros, 2.600 millones; contribución al pago de la deuda social (CRDS) y contribución social generalizada (CSG), 6.200 millones; cotizaciones sociales, unos 26.400 millones de euros.
A ese saldo positivo, de unos 12.400 millones de euros, es necesario añadir otros ingresos no siempre monetarios, pero social y económicamente importantes: los inmigrantes realizan la inmensa mayoría de los trabajos que no quieren realizar los franceses, y un 90 por ciento de las autopistas construidas las últimas décadas se construyeron con mano de obra inmigrante; sin obreros extranjeros, los precios del consumo (productos agrícolas y otros) serían mucho más caros, ya que la mano de obra extranjera es mucho más barata.
La contabilidad realizada por los investigadores de la universidad de Lille también refleja profundos cambios sociales. Los inmigrantes, mayoritariamente jóvenes, son grandes consumidores: pagan unos 18.400 millones de euros al Estado, a través de los impuestos y tasas de sus gastos personales. Los inmigrantes han modificado profundamente el deporte y las artes populares francesas: una inmensa mayoría de los futbolistas de élite son hijos de la inmigración; en las listas de canciones de éxito comienzan a ser mayoritarias las protagonizadas por inmigrantes de la primera o segunda generación, negros y magrebíes.
Trabajos garantizados por la inmigración
Al mismo tiempo, muchos oficios, trabajos y servicios solo están hoy garantizados a través de la inmigración. Más del 50 por ciento de los médicos de los hospitales de los suburbios son extranjeros o de origen extranjero. El 42 por ciento de los trabajadores de las empresas de limpieza son inmigrantes. Más del 60 por ciento de los pequeños talleres de automóviles de París y la región parisina son propiedad de mecánicos y pequeños propietarios inmigrantes.
En un terreno tan estratégico como el futuro del sistema nacional de pensiones, los inmigrantes juegan un papel altamente positivo. El muy oficial Consejo nacional sobre el futuro de las pensiones ha llegado a esta conclusión: “Una entrada de unos 50.000 nuevos inmigrantes, cada año, permitiría reducir en medio punto el déficit de las jubilaciones”.
Xavier Chojnicki, que ha dirigido al equipo de investigadores de la universidad de Lille que llega a estas conclusiones, comenta el proceso de este modo: “Se trata de un proceso histórico, ligado a la estructura de la población inmigrante, mayoritariamente joven. Poco calificados, están en el paro, muy frecuentemente. Pero también gastan mucho y son muy emprendedores. Las pensiones que pagamos a los viejos están más que compensadas con el consumo y las cotizaciones sociales que pagan los más jóvenes, entre los que hay gente muy dinámica. Estamos asistiendo a la emergencia de una pequeña clase media de origen inmigrante”.
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