Según los reportes, 50 403 inmigrantes ilegales han llegado a este lugar en busca de un "sueño europeo": un paso fronterizo para seguir a países como Alemania o Francia.
De esta cifra, 2 567 eran menores no acompañados. Huyen del caos que el desigual orden económico ha echado sobre sus países, y ahora también de las potencias occidentales que con su labor "pacificadora" han invadido su región.
De Túnez, Egipto o Libia, todos llevan igual destino, un centro de detención. Creados inicialmente para los días en que podía durar la documentación de los inmigrantes, estos centros han devenido albergues que desbordan su capacidad. Amontonados en precarias condiciones aguardan por meses un visado que les permita, al menos, empezar a trabajar.
Lampedusa tiene suelos áridos y sin fuentes de agua que no sean las irregulares lluvias; no obstante, en su última visita a la isla el primer ministro, Silvio Berlusconi, adelantó su proyecto sobre un campo de golf, para de-sarrollar el turismo. Mientras, miles de inmigrantes continúan hacinados en condiciones inhumanas, sufriendo además la hostilidad de los habitantes que se sienten invadidos por ellos.
La crítica situación de Lampedusa se ha mantenido por meses, y las autoridades decidieron repatriar a todos los inmigrantes, de acuerdo con los convenios internacionales con sus países de origen. Dicha decisión empeoró el escenario hasta su máximo nivel, y en septiembre, los inmigrantes comenzaron a exigir sus derechos mediante protestas y fueron reprimidos por la policía, en ocasiones obligándolos a saltar del muro de tres metros del centro de detención.
Varios de los manifestantes fueron dados por fugitivos, y el alcalde de la ciudad no dudó en declarar que, ante los eventos ocurridos, él se encontraba protegido por varios agentes, y que guardaba "un bate de béisbol en su oficina para defenderse".
LA INMIGRACIÓN: UN NEGOCIO SEGURO
Los detenidos en Lampedusa son una muestra de lo que acontece en materia de inmigración en los territorios europeos. Recientemente, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación en las Fronteras Exteriores (FRONTEX), ante la acusación de organizaciones de derechos humanos, reconoció que envía los inmigrantes a centros de detención sabiendo que tienen condiciones inaceptables.
Pese a esto, el Parlamento europeo aprobó 24 millones de euros adicionales al presupuesto del 2011 de la agencia, bajo el pretexto del aumento de la inmigración del mundo árabe.
Lo cierto es que, mientras FRONTEX cada año presenta cifras alentadoras sobre su trabajo en las costas, miles de inmigrantes mueren tratando de llegar a ellas y los que lo logran se exponen a la repatriación, que ha devenido negocio muy lucrativo.
En opinión del periodista Heribert Prantl, el ejército no envía barcos de ayuda para rescatar a los ocupantes de esas embarcaciones que se están hundiendo, por ello no existen programas europeos de ayuda y acogida. La muerte en el Mediterráneo, lo queramos o no, es parte de una estrategia de disuasión.
Dejar que algunos inmigrantes mueran en el mar, se ha hecho una cruel estrategia para frenar este fenómeno. Con el dinero invertido por los países de origen de los inmigrantes a los gobiernos que los reciben, nunca se han realizado verdaderos programas de acogida. Tenerlos por varios meses y después repatriarlos con el derecho de proteger a sus países, solo es la excusa que utilizan los gobiernos europeos, luego de que se han embolsado el dinero que supuestamente debieron invertir en ellos.
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