¿Golpe de Estado? Los ‘milicos’ toman Europa

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La satisfacción de los mercados por la inminente salida de un personaje como Berlusconi -verdaderamente incalificable- sólo puede ser comparable a la que debió sentir Kissinger  tras el golpe de Estado de Chile. Trabajo bien hecho, deben pensar los funcionarios del Banco Central Europeo. El objetivo era hacer insostenible el endeudamiento público italiano y el resultado ha sido óptimo. Italia paga por sus bonos como si fuera un país en vías de desarrollo pese a que su déficit público en 2012 será* uno de los más bajos de la eurozona: un 2,3% del PIB (por debajo de los criterios de Maastricht). Y en todo caso, inferior al 5,3% de Francia, el 5,9% de España o el todavía más increíble 7,8% del Reino Unido, que como no está en el euro se salva de la quema.

Es verdad que su nivel de deuda pública es estratosférico (no así la privada), pero no hay que olvidar que es Italia es de los países en los que menos habrá crecido el endeudamiento entre 2008 y 2012: 13,6 puntos del PIB. Frente a los 18,2 puntos como media en la eurozona o los 33,2 de España. Después de Irlanda (70 puntos) y Grecia (45,2 puntos), el país con peores resultados.

La satisfacción de los banqueros de Fráncfort no debe ser menor al comprobar lo que sucede en Grecia, que, por primera vez desde la Dictadura de los Coroneles, tendrá un primer ministro no elegido por el pueblo. Lucas Papademos, gobernador del banco central griego cuando su país hacía trampa a Eurostat, ha sido designado primer ministro sin pasar por las urnas.

No es de extrañar, por lo tanto, que si los padres fundadores de Europa levantaran la cabeza volverían a esconderla horrorizados por el monstruo en que se ha convertido su criatura. Europa acepta sin rechistar que ‘tecnócratas’ no elegidos por los ciudadanos -Papademos en Grecia y, muy probablemente, Mario Monti en Italia- gobiernen sus países con la ayuda inestimable del BCE y de todas las cancillerías europeas, que, como Judas, se han lavado las manos en esta historia.

¿Alguien se imagina qué diría la opinión pública de EEUU o de Alemania si sus respectivos presidentes fueran elegidos por el democrático método del ‘dedazo’? O incluso de España. Si Zapatero no hubiera convocado elecciones o Rubalcaba tuviera serias opciones de ganarlas, es muy probable que los partidos políticos estuvieran estos días negociando un candidato de consenso para dirigir el país. La operación ‘elefante blanco’ 30 años después.

El brazo ejecutor

Por supuesto que el BCE no es el cerebro de estos golpes palaciegos incruentos. Es más bien el brazo ejecutor de una estrategia diseñada por Merkel y Sarkozy para construir una Europa a dos velocidades sin que ello suponga la ruptura del euro. La moneda única -de eso no hay ninguna duda- es intocable. Básicamente porque las exportaciones franco-alemanas se dirigen fundamentalmente hacia la eurozona y ahí está su mercado natural. Pero también porque el nivel de integración financiera es ya tan elevada que una cadena de escisiones por el efecto contagio llevaría a la banca de los países centrales (que son grandes tendedores de deuda pública periférica) a la quiebra. Por eso, ni Berlín ni París quieren oír hablar de una ruptura del euro, ni siquiera una voladura controlada. Nunca lo permitirán. Fundamentalmente porque el valor de sus inversiones se depreciaría de un día para otro en un 30% o 40% tras recuperar los países afectados sus monedas nacionales.

Otra cosa bien distinta es hacer política de hechos consumados y provocar que la situación financiera llegue al punto de insostenibilidad por inacción de las autoridades. Y no hay mejor manera de hacerlo que viendo desde la barrera como se disparan las primas de riesgo mediante esos instrumentos letales que son los CDS, como bien han explicado en este post Alberto Artero. O Daniel Lacalle en este, y Kike Vázquez en este otro. Al final, la opinión pública acepta estos cambios forzados de jefe de Gobierno como un mal menor. Es preferible violentar la Constitución que vivir con tanta angustia económica.

"¿Alguien se imagina qué diría la opinión pública de EEUU o de Alemania si sus respectivos presidentes fueran elegidos por el democrático método del ‘dedazo’? O incluso la opinión pública española. Si Zapatero no hubiera convocado elecciones o Rubalcaba tuviera serias opciones de ganarlas, es muy probable que los partidos políticos estuvieran estos días negociando un candidato de consenso para dirigir el país. La operación ‘elefante blanco’ 30 años después

Y no es que tanto Grecia como Italia (y, por supuesto, España) no se merezcan una cornada de los mercados por la forma tan irresponsable que han conducido su política económica. Al contrario, si algo ha quedado claro en esta larga crisis es que las políticas de fuga hacia adelante -endeudando al país hasta las cejas- conducen inevitablemente a la ruina. Pero una cosa es que los problemas económicos se resuelvan con decisiones políticas (intervenciones masivas del BCE, eurobonos o incluso expulsión de un país de la eurozona) y otra bien distinta es mancillar los sistemas democráticos. Sobre todo cuando no han fallado sólo los Gobiernos, también los mercados, que han prestado de manera irresponsable sin evaluar correctamente los riesgos. ¿Quién dijo que los mercados nunca se equivocan?

El hecho de que el BCE se dedique a dejar caer gobiernos -¿alguien sabe con qué criterios decide un día intervenir en los mercados de deuda y otros se ausenta?- es una maldad intrínseca que no sólo le resta credibilidad, sino que lo convierte en un instrumento en manos de los gobiernos. Lo cual va contra toda lógica económica y contra su propia filosofía fundacional. Mario Dragi no ha podido empezar peor.

Países manirrotos

En realidad, estamos ante una hoja de ruta diseñada desde Berlín -Francia es sólo el cooperador necesario- cuyo objetivo último es crear un Tesoro único europeo del que queden excluidos los países manirrotos y con graves problemas de competitividad. El proceso, como ha expuesto de forma brillante el eurodiputado José Manuel García Margallo, cuenta, al menos, con tres hitos. Un documento elaborado por dos diputados de la Asamblea francesa para Sarkozy, la posición de ese nuevo tea party creado en Alemania bajo el cobijo de Hans-Olaf Henkel, ex presidente de la patronal germana, y la cumbre franco-alemana de agosto, en la que salió la firma decisión de poner una doble velocidad a la unión monetaria, pero sin romper el euro. Y en cuya posición de privilegio estarían, además de París y Berlín, Austria, Finlandia y los países del Benelux. Ese sería el núcleo duro del euro al que España sólo podría incorporarse si se hacen las cosas bien. O muy bien, como se prefiera.

Estamos ante una hoja de ruta diseñada desde Berlín y París cuyo objetivo es crear un Tesoro único europeo del que queden excluidos los países manirrotos y con graves problemas de competitividad. El proceso cuenta, al menos, con tres hitos: un documento elaborado por dos diputados de la Asamblea francesa para Sarkozy, la posición de ese nuevo tea party creado en Alemania bajo el cobijo de Hans-Olaf Henkel, ex presidente de la patronal germana, y la cumbre franco-alemana de agosto, en la que salió la firma decisión de poner una doble velocidad a la unión monetaria, pero sin romper el euro

En una palabra, se trata de poner en marcha un instrumento tipo Acuerdo de Schengen, por el que cada país decide integrarse al ‘núcleo duro’, pero siempre y cuando cumpla unos determinados criterios objetivos de convergencia: balanza de pagos, déficit público o endeudamiento. El país que quede fuera estará sometido a los rigores del mercado. Como siempre, inclementes. Tremonti, el ministro de Hacienda italiano, lo dijo en su día: "La salvación no vendrá de la mano de las finanzas, sino de la política. Pero la política no puede cometer más errores porque como ocurrió con el Titanic, ni siquiera los pasajeros de primera clase podrían salvarse solos".

Este es, en realidad, el problema de fondo. Europa ha abrazado la estrategia del Príncipe de Maquiavelo, que como se sabe ponía el acento en que lo importante es el objetivo, no los medios para lograrlo. Con mucha más gracia se lo decía Bob Paisley, el mítico entrenador del Liverpool, a un jugador que protestaba porque no jugaba en la posición que quería: “Si usted no sabe qué hacer con el balón, póngalo dentro de la red y luego estudiaremos otras opciones”. Y en eso estamos. Aunque haya que derribar gobiernos.

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