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La crisis económica global está frenando las corrientes migratorias de los trabajadores extranjeros hacia los países ricos del Norte por primera vez desde la década de 1980. Y ese frenazo tiene una razón: el desempleo golpea con más fuerza al colectivo inmigrante que a quienes disponen de pasaporte local.
Esas son las conclusiones del informe Perspectivas de las Migraciones Internacionales, presentado ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico(OCDE). Según el estudio, de este año, el freno a la inmigración ya se observa en España, Irlanda y Reino Unido. Fue en estos tres países donde antes se empezaron a notar los efectos de la crisis. En los tres, la mano de obra extranjera fue la primera en perder empleo. Esto ha llevado a que la tasa de paro entre los extranjeros alcance el doble de lo que era antes de la recesión.
En España, por ejemplo, la OCDE midió que en el primer trimestre de 2009, el paro afectaba a un 27,1% de la población activa inmigrante. Entre los trabajadores españoles, la cifra era del 15,2%. Por otro lado, la OCDE destacó que en EEUU el número de permisos de trabajo temporal para mano de obra cualificada extranjera había bajado un 16% en 2008.
La inmigración, necesaria
Frente a este retroceso, la OCDE aconseja mantener los programas de integración de inmigrantes, por estimar que a largo plazo volverán a ser necesarios. Y advierte: "La experiencia pasada muestra que toda medida tomada para cerrar el grifo de la inmigración acaba por extinguir las vías legales y acarrea vías alternativas al sistema más importantes a medio plazo, durante la recuperación". Dicho de otra forma: el cerrojo europeo puede conducir, cuando la recuperación regrese, a un nuevo estallido de la inmigración irregular.
Por último, la OCDE prevé que las medidas de estímulo al retorno voluntario de trabajadores extranjeros en paro traerán pocos resultados. Por el contrario, aconseja que estos puedan cobrar el desempleo en sus países de origen y tengan permiso para volver a inmigrar.
La crisis económica global está frenando las corrientes migratorias de los trabajadores extranjeros hacia los países ricos del Norte por primera vez desde la década de 1980. Y ese frenazo tiene una razón: el desempleo golpea con más fuerza al colectivo inmigrante que a quienes disponen de pasaporte local.
Esas son las conclusiones del informe Perspectivas de las Migraciones Internacionales, presentado ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico(OCDE). Según el estudio, de este año, el freno a la inmigración ya se observa en España, Irlanda y Reino Unido. Fue en estos tres países donde antes se empezaron a notar los efectos de la crisis. En los tres, la mano de obra extranjera fue la primera en perder empleo. Esto ha llevado a que la tasa de paro entre los extranjeros alcance el doble de lo que era antes de la recesión.
En España, por ejemplo, la OCDE midió que en el primer trimestre de 2009, el paro afectaba a un 27,1% de la población activa inmigrante. Entre los trabajadores españoles, la cifra era del 15,2%. Por otro lado, la OCDE destacó que en EEUU el número de permisos de trabajo temporal para mano de obra cualificada extranjera había bajado un 16% en 2008.
La inmigración, necesaria
Frente a este retroceso, la OCDE aconseja mantener los programas de integración de inmigrantes, por estimar que a largo plazo volverán a ser necesarios. Y advierte: "La experiencia pasada muestra que toda medida tomada para cerrar el grifo de la inmigración acaba por extinguir las vías legales y acarrea vías alternativas al sistema más importantes a medio plazo, durante la recuperación". Dicho de otra forma: el cerrojo europeo puede conducir, cuando la recuperación regrese, a un nuevo estallido de la inmigración irregular.
Por último, la OCDE prevé que las medidas de estímulo al retorno voluntario de trabajadores extranjeros en paro traerán pocos resultados. Por el contrario, aconseja que estos puedan cobrar el desempleo en sus países de origen y tengan permiso para volver a inmigrar.
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