Desde mediados de los noventa, la llegada de mano de obra extranjera permitió al PIB español registrar una tasa de crecimiento por encima de la media de la UE, que llegó a superar el 3,5%. La llegada de la crisis, que ha golpeado duramente al colectivo inmigrante, ha puesto en evidencia la precariedad sobre la que se sostenía su trabajo y ha arrojado a muchos extranjeros a la exclusión.
"La crisis les ha afectado más porque sus condiciones laborales no eran justas ni dignas; el 60% tenía un contrato temporal, lo que era normal dado que la temporalidad de los autóctonos también ha sido mucho más elevada que la media europea", señala Sergio Barciela, responsable del programa de inmigración de Cáritas.
La crisis ha puesto en evidencia la precariedad del trabajo inmigrante
Hasta ahora, han sido precisamente los contratos temporales sobre los que se ha cebado la destrucción de empleo. Además, la construcción, el sector más castigado, se nutrió en pleno boom de mucha mano de obra extranjera.
La tasa de paro inmigrante es del 27%, mientras que la de los españoles es del 18%, según datos de la última EPA. La población activa inmigrante ha caído, aunque levemente. A ellos, el desánimo no les aleja del mercado laboral. "La movilidad y perseverancia que tienen es mayor, después de haber venido desde Bolivia o Ecuador, con todo lo que eso supone, moverse dentro de España no les importa, como sí sucede con los nacionales. Lo que les determina es el empleo", apunta Barcina.
A la espera en Plaza Elíptica
Las siete de la mañana es la hora punta en una de las esquinas de Plaza Elíptica (Madrid). Allí, aguantando los primeros amaneceres fríos, esperan varias decenas de personas, todos hombres y todos inmigrantes. Se trata de una particular oficina del INEM, un lugar donde hombres que vienen en furgonetas y coches ofrecen trabajos esporádicos a inmigrantes desesperados por ganar algo de dinero. La mayoría de las veces, no hay contrato ni garantías de ningún tipo.
El descenso de las remesas afectará al desarrollo de países enteros
Orlando es uno de esos hombres que espera. Ecuatoriano, pasados los 40, trabajó durante años como oficial en la construcción. Hasta la crisis. "Vengo para ver si cae algo. Tampoco me voy con cualquiera; hay que conocer a la gente porque luego hay quien quiere explotarte o no pagarte", dice. En ocasiones, los empresarios se aprovechan de la falta de contrato para no pagar después de un día, una semana o un mes de trabajo. Saben que los afectados no reclamarán. Otras veces, los sueldos que ofrecen son muy bajos. "No conviene partirte la espalda por una miseria", dice un compañero de Orlando.
La escena se repite en muchos puntos de Madrid y en muchas otras ciudades. Cada vez son más los que acuden y cada vez es menos el trabajo que se ofrece. Pero reunirse allí es una especie de ritual que ayuda a huir de los fantasmas. "Pasamos semanas sin que salga nada, pero aún así venimos. Esto es mejor que quedarse en casa dándole vueltas a los problemas, sin hacer nada, volviéndose loco. Al menos, aquí nos juntamos, hablamos, pasamos el día", cuenta Orlando.
Ahora son las mujeres las que más dinero envían a sus familias
Las calles del barrio de Lavapiés, en Madrid, están llenas de comercios y restaurantes regentados por inmigrantes. Una esquina resume lo sucedido en el último año y medio: el despacho de abogados puesto con esmero para atender asuntos de extranjería ha sido sustituido por una tienda de "compro oro". Aún conviven los dos carteles.
Li Huan, chino, de 20 años, se encarga de una de las dos tiendas de ropa y bisutería que tienen sus padres. "Desde hace un año, todo va peor, vendemos mucho menos. Ganamos lo justo para pagar el piso", dice. Eva, otra chica encargada de una tienda, dice algo muy parecido: "La gente que viene a comprar quiere todo muy barato y casi no tenemos ganancias. Ya no mandamos dinero a China. ¡Ahora ellos están mejor que nosotros aquí!". Las cuente quien las cuente, las historias son muy parecidas. "Desde hace un año la cosa va muy mal, aguantamos porque no tenemos otra cosa", asegura Lorena, colombiana, en su tienda de comestibles. Su marido, de Bangladesh, no quiere hablar. Sólo repite: "muy mal, muy mal".
Caen las remesas
Las remesas, el dinero que envían los inmigrantes a sus familiares en su país de origen han caído estrepitosamente en el último año y medio. En el segundo trimestre del año, las remesas totalizaron 1.672 millones de euros, lo que supone un descenso del 13,2% frente a los 1.928 millones del mismo periodo de 2008. "Hasta ahora, reservaban parte de su presupuesto para enviar remesas, pero al encontrarse en esta situación laboral, los primeros gastos que se eliminan son las remesas", explica Rhina Cabezas, experta del Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación de la UCM.
Las consecuencias de la caída de las remesas no son baladíes. Los países más pobres reciben más dinero gracias a estos envíos que a la Ayuda Oficial al Desarrollo. "Este descenso no sólo lo van a notar las familias, sino que va a impactar intensamente en el desarrollo de comunidades enteras", subraya Cabezas.
La crisis ha terminado de feminizar el envío de remesas. Las mujeres remiten ahora el 63% del dinero que procede de España. Cabezas afirma que se trata de una tendencia que viene de lejos: "Las mujeres siempre han tendido a dedicar una parte más amplia de sus ingresos a estos envíos". Pero ha sido la crisis la que ha dado el empujón definitivo al cambio de roles: los hombres, en su mayoría trabajadores de la construcción, han quedado en paro y ahora son las mujeres las que llevan y controlan el dinero que entra en casa.
La caída es mayor entre algunas comunidades, especialmente entre la ecuatoriana y la dominicana, cuyas remesas se redujeron un 18,15% y un 16,21%, respectivamente, en 2008. Colombia, Rumanía, Bolivia y Marruecos son otros de los países más golpeados por la reducción de las remesas.
Mientras, otras comunidades, pocas, han conseguido incrementar sus envíos en este difícil entorno. Es el caso de Paraguay o Perú. Esta diferencia se explica por "los perfiles distintos" de cada comunidad. "Por ejemplo, la migración peruana es una de las más antiguas y responde a un patrón más profesional, en un espacio del mercado laboral más estable", explica la experta en remesas. Otras, como la ecuatoriana o la rumana, se han concentrado en sectores arrasados por la crisis, como es de la construcción.
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