El Comercio
La comunidad gitana de Gijón se rebela contra los prejuicios y los tópicos que perviven en la sociedad contra su cultura y sus tradiciones. Esos clichés que siguen vinculando a esta etnia con la marginalidad, la delincuencia y la droga, y que se han retroalimentado en los últimos años entre los payos con la llegada de los gitanos rumanos. La presidenta de la Asociación Gitana de Gijón, Adela Gabarri, asegura que a su pueblo se le sigue mirando con ojos de recelo en la ciudad. Y relata, como ejemplo de ello, una experiencia vivida en primera persona con familiares suyos en una conocida tienda de ropa del centro hace un año: «Fue vernos entrar en el establecimiento y avisar por el altavoz a los clientes de que por favor vigilasen sus bolsos y carteras». Con todo, Gabarri considera que para acabar con los tópicos «yo digo que la clave no está en integrarse, sino en saber convivir con los demás». La dirigente gitana valora que «no está todo perdido, porque también es verdad hay mucha gente paya trabajando por la igualdad de oportunidades para todos».
Las asociaciones que trabajan en la ciudad con la población gitana advierten de que muchas veces son los estereotipos negativos los que provocan muchas veces «el agrupamiento y protección contra el agente externo». Además, añaden, suponen un lastre para visualizar los avances sociales y cambios que se han ido produciendo en ese mundo. Con hitos como el de Soraya Alves, una joven vecina de Tremañes que ha abierto camino, al ser la primera gijonesa de su comunidad en estudiar una carrera universitaria.
Estos colectivos destacan sobre todo los progresos de las mujeres en una comunidad machista y de tradición patriarcal como la gitana. Unos progresos que se reflejan en el vestir, pero también en el pensar. «Ahora las mujeres gitanas tenemos voz y voto. Los maridos en casa te ayudan a cambiar pañales y te hacen de vez en cuando la comida», asegura Tamara, una joven que ha sacado recientemente el graduado escolar y trabaja en la Fundación Secretariado Gitano de Gijón.
También se ha avanzado para que los propios gitanos vean como normal la promoción social de su gente. Que el estudio y la formación no están reñidos con su cultura y sus tradiciones. O, de otro modo, que «tan gitano se es siendo abogado como vendedor ambulante».
Las cosas están cambiando en el ámbito educativo, asegura el personal que trabaja en el Secretariado Gitano, porque antes nadie pasaba de la enseñanza postobligatoria y ahora hay chicas que empiezan a acabar el bachillerato e, incluso, cursan estudios superiores en la Universidad. No obstante, aún queda mucho trabajo por delante. En Primaria, la escolarización es del 100%, pero son muy pocos los alumnos y alumnas que comienzan la Educación Secundaria y de ellos el 80% no finaliza esta etapa. El problema es que muchas familias gitanas siguen viendo la escuela como algo ajeno o extraño que no les reportará ningún beneficio en el futuro a sus hijos. A ello se añade que los propios alumnos no encuentran fácilmente una motivación para asistir a clase por la dinámica absentista de personas de su entorno.
1.200 calés autóctonos
Según explica Marcos Gabarre, coordinador del Secretariado Gijón y primer universitario asturiano de esta etnia, la población gitana autóctona de Gijón está formada por una 1.200 personas de procedencia española y portuguesa. La mayoría reside en barrios de la zona Oeste (La Calzada, El Natahoyo, Jove, Tremañes y Moreda) y Sur (Montevil). En este momento, el porcentaje que vive en vivienda normalizada supera al que lo hace en vivienda social, explica Gabarre. En cuanto a su ocupación laboral, los gitanos de origen español se dedican más a la venta ambulante en mercadillos, mientras que el medio de vida de los gitanos de procedencia lusa está más asociado al temporerismo, la recogida de chatarra y la presencia en ferias y romerías.
A este censo habría que sumar la inmigración gitana de Europa del Este, que han llegado a Gijón desde Rumanía y Bulgaria. Marisa Martínez, responsable de ACCEM, oenegé que trabaja con la Fundación de Servicios Sociales en programas específicos para estas minorías, estima que entre 250 y 300 inmigrantes están haciendo esfuerzos reales por integrarse y regularizar su situación en España. «La mayoría trabajan, no son nómadas, tienen hijos escolarizados, participan en las AMPAS, acuden a planificación familiar y apuestan por la inserción», remarca Martínez, que pone de ejemplo a los hermanos Costel y Lenuta Georghe, que llevan siete años en Gijón, cuentan con ocupación laboral y viven en un piso en alquiler. «Lo que es delincuencia y mafia no pasan por las asociaciones», apostilla la responsable de ACCEM.
«Miedo al inmigrante»
La población gitana autóctona y la del Este mantienen muy poca relación entre sí. Adriana Ene, mediadora intercultural rumana de ACCEM, lo explica. «Hay miedo al inmigrante. Aunque existe un origen común de etnia, las costumbres son diferentes de los gitanos de unos países a otros». A esto se suma la competencia por los recursos sociales públicos al crecer la población necesitada. En cualquier caso, Adela Gabarri, presidenta de la Asociación Gitana de Gijón, asegura que «no vemos a los gitanos rumanos como enemigos».
Una de las noticias que últimamente ha sacudido tanto a los gitanos nativos de Gijón como a los extranjeros es el caso de la niña de 10 años de esta etnia que ha dado a luz en Andalucía. «Eso no es un orgullo. Es una desgracia. Es un caso aislado que puede pasar en cualquier nacionalidad. Por ese hecho no se puede meter a todos los gitanos rumanos en el mismo saco», opinan los hermanos Costel y Lenuta Georghe, ambos de Rumanía.
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